Por María de Álvaro:

Una vez dormí en una jaima. Y dormí bien, aunque pasé algo de frío. Es lo que tiene dormir en el suelo a cinco grados, que para quien está acostumbrado a la cama y a la calefacción, cuesta un poco. Pero aquella vez estaba en el desierto de Wadi Rum y en el desierto de Wadi Rum se duerme así de toda la vida. Y se come con las manos. Y se desayuna té, incluso si tienes la teoría de que sin un café no eres persona.

Una vez dormí en una jaima. Y me gustó. Y fue una suerte, porque siempre es una suerte ver otros mundos y también poder vivirlos. Quizás por eso no me parece ni medio bien que el señor Gadafi venga aquí y monte su tienda. Porque las culturas no chocan. Chocan quienes se empeñan en imponer la suya. Aquí y en el desierto.