Por María de Álvaro:

Ser feliz es un trabajo. Cansa, pero merece la pena. Y, además, hace falta bien poco. Proponérselo, mayormente. Por eso ayer acabé el día con depresión post Sarkozy y hoy lo empiezo con nuevos horizontes, aunque sin salir de Egipto.

El amor, ya se sabe, es una enfermedad mental. La buena noticia es que tiene cura y suele ser transitoria. Por eso, mientras espero a que Nicolás deje de hacer el ridículo y aún sin haber decidido si corto o no corto con él definitivamente, me cambio de Sarkozy.

¿Qué papá se ha vuelto loco? Pues no pasa nada. Ahí está el niño Pierre para que recuperemos la confianza en el género humano masculino. Y la que no se lo crea, que mire la foto.