Por María de Álvaro:

Nadie debería morirse a los 40. Nadie debería quedarse sin padre con 4 años. La muerte suele ser inexplicable, pero cuando es a destiempo, más. Cuando llega así y se te mete en casa duele tanto que poco importan los motivos. Porque hay veces que la vida te pega hostias de tal calibre que hasta se te olvida preguntarte por qué. Es posible que la mujer, y los hijos, y la madre de Isaías Carrasco no se estén preguntando ahora por qué un par de descerebrados, delicuentes comunes disfrazados de banda terrorista, cutres y cobardes le dispararon ayer por la espalda. Ellos tienen bastante con echarle de menos. Pero los demás, todos los demás, estamos obligados a hacerlo.

Nadie puede hacer ya nada por Isaías Carrasco, sí tal vez por su memoria. Por la suya y por la de todos los demás, la de todos los muertos. Podemos ir mañana a votar y hacerlo exactamente a quien habíamos pensado votar antes del viernes a la una y media de la tarde. Fuera quien fuese, incluida si la opción era la del voto en blanco. A la familia de Isaías Carrasco le han robado a un padre, a un hijo y a un marido, que no nos roben a los demás la capacidad de decidir. Aunque sea una vez cada cuatro años.