Por María de Álvaro:
Viví los peores momentos de mi adolescencia en el colegio y más concretamente en las clases de Matemáticas de las tres y media de la tarde. Todavía recuerdo aquella lucha contra los elementos, aquellos esfuerzos titánicos, aquellas cabezadas furtivas y literales, porque una cabezada no es una pequeña siesta, es, como su propìo nombre indica, un movimiento espasmódico que hace que la cabeza se vaya sola hacia delante sin que tu cerebro, cómodamente repantingado dentro de ella, pueda hacer nada por remediarlo.
Han pasado años, puede que hasta décadas, y todavía recuerdo con horror aquel descontrol absoluto sobre mi propio cuerpo. Así que sí, estoy con Fujimori, sin que sirva de precedente, ni de presidente, si se me permite el chiste malo. El tipo es un impresentable, y lo era incluso antes de dormirse en pleno juicio, pero yo, desde mis tiempos del colegio, veo a alguien dar una cabezada y me solidarizo inmediatamente. Aunque no se lo merezca..