Castellón, 40 grados a la sombra. Después de un viaje entre silencios nerviosos y ataques de euforia a golpe de ‘Y pobre del que quiera…’ (léase la edición de mañana de El Comercio), la mareona, o una parte de ella, ha llegado a Castellón. Yo me he colado entre sus filas. Son poco más de […]