Soy periodista, hincha del Sporting y, gracias a Dios, mujer. Y digo gracias a Dios mujer -además de por las razones evidentes que huelga comentar, entre las que destaca, por ejemplo, el poder pensar y comer chicle al mismo tiempo- porque, si fuera un hombre, sería periodisto e hincho del Sporting. Y eso suena fatal. A mí por lo menos. Pero sí, si vamos a erradicar el machismo del lenguaje habrá que ponerse a ello con todas las de la ley.
Nunca me fie del Ministerio de la Igualdad, lo confieso. Desde el primer día me pareció una cosa tirando a absurda, más que nada porque con que haya un ministerio que obligue a cumplir eso que dice la Constitución de que todos somos iguales ya valía. Hoy lo confirmo. Si entre los cometidos de la señora Aído están las patadas al diccionario, pues vale. Pues estupendo. Pues que se haga ella miembra de lo que quiera. Yo no, gracias. Yo estoy encantada hasta con que haya ministras cojonudas y ministras que son un coñazo. Y será sexista, pero igual es más sexista darle a esas cosas la importancia que no se merecen en lugar de preocuparse por los problemas reales. Los que tenemos todos y todas (sic).
Aído, guapa, ¿sabes lo que dice el refranero popular?, que cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo espanta moscas. Meca, igual me quedó sexista esto también. Y hasta un poco ordinario. Hoy me mata mi madre.