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Diez años fueron suficientes (crónica de un ascenso)

Antonio, 62 años, farias y socio de carné desde tiempos de Churruca, se abraza a Julia, 25, rojiblanca prestada y aficionada desde anteayer. Lloran, gritan y se ríen. Todo a la vez. Todo sin conocerse de nada. Son dos, pero son 24.000. Porque ayer, si el Sporting rompió el marcador con un 2-0 que podía haber sido 2.000, la mareona lo que se rompió fue la garganta. Eso y la encuesta que dice que nueve de cada diez españoles reconoce haber besado a un desconocido en un campo de fútbol. Fueron diez de diez. Y lo hicieron entre una lluvia de confetti y voladores. Y lo hicieron también tocando cesped, aunque sólo después de que los jugadores dieran la prometida vuelta al ruedo. Y se lo dedicaron a los once del equipo y sobre todo a Quini, que hasta cinco veces tuvo que responder con su saludo al “Ahora, Quini, ahora”. Ya lo decía una pancarta premonitoria que alguien colgó de la Tribunona: “10 años son suficientes”. Pues ya está. Se acabaron.

Lo que parecía que no iba a a terminar nunca era la fiesta. Tampoco sabe nadie cuando empezó, porque, eso seguro, no lo hizo a las seis de la tarde. Fue mucho antes de que los jugadores saltasen al campo como gladiadores a un circo romano. Porque ayer Gijón amaneció teñido, más bien invadido, de rojo y de blanco. Y el color invadió y tiñó después El Molinón y el “porque este año subimos a Primera” volvió a convertirse en la banda sonora original del partido. Esta vez, más alto que nunca.

Empezó el Sporting atacando y la grada, más. No habían pasado ni cinco minutos y un corner de Bilic arrancó el primer ‘uyyyyyy’. Sólo el primero, porque hubo muchos más. Más incluso que ‘eo eo eo, Kike Mateo’, que sonó también hasta la saciedad con el campo entero convencido de que “pobre del quiera robarnos la ilusión”. Un minuto después no es que estuviese convencido, es que estaba hecho. El gol del Córdoba se celebró, seguro, más que al pie de la Mezquita. Eran las seis y media pasadas.

Y quedaba mucho más.Quedaba, por ejemplo, el gol de Bilic, que arrancó las primeras lágrimas y puso en pie a quienes todavía sentían la presión. Ahí ya estaba aún más claro. Y ahí se oyó por segunda vez el “Ahora, Quini, ahora”. La primera había sido nada más empezar. Y casi de seguido, como se engancha una canción con otra en una boda, el ‘Asturias patria querida’. Para qué esperar más.

Así llegó el Sporting al descanso. Así llegó la mareona, más agotada que si hubiera estado corriendo por la banda, al momento del respiro. Con un 1-0 de tranquilidad y la fiesta en ciernes, porque mientras los de Preciado entraban al vestuario, alrededor del campo ya se empezaban a colocar los cañones de confetti.

El arranque del segundo tiempo no lo hubiera lidiado mejor ni José Tomás. Gijón sacó su toro a los medios y se arrancó por olés a cada pase. Y para rematar “ese Gijón que quiero y que tanto adoro…” y las primeras alusiones, nada cariñosas, claro, al ‘enemigo natural’ del sportinguismo, hoy en Tercera, donde no podrá, por cierto, ni jugar con el filial de casa, que ayer también subió en un doblete para recordar. Arrancó el segundo tiempo con eso y con una ola interminable que dio varias vueltas al campo.

Los Ultra Boys desplegaron un escudo gigante y volvió a tener Quini que levantarse en el palco. Todo mientras Roberto era atendido por Antonio Maestro debajo de la portería. Pero se levantó. Como siempre. De ahí al “oe oe oe” hubo un paso, y del “oe oe oe” al “que bote El Molinón”, otro. El hormigón armado tuvo que temblar, porque los que estaban armados eran los que ya habían dejado de ver el partido sentados. Imposible de aguantar.

En esas estábamos cuando el pie de Luis Morán le dio al Sporting el 2-0 y con él la victoria más que segura. Más “oe oe oe”, más botes y más sufrimiento para el hormigón. Y Roberto ya fuera de sí arengando a la afición brazos en alto. Sobre el campo se mascaba la Primera, arriba, mucho más.

Fue entonces cuando se vieron más bufandas al viento, como en los viejos tiempos. Como en los que quedan por venir, que cantan los Maurizios. Y fue entonces cuando los Antidisturbios empezaron a desplegarse preparados para un final movido. Quedaba todavía el cambio de ‘eo eo eo Kike Mateo’ y la confirmación, sin falta de que el árbitro pitase el final del partido, de que Gijón se despedía de Segunda. Quedaba eso y unos minutos más de preeuforia hasta llegar a la euforia definitiva, la del final del partido. El silbato ni se oyó. No hizo ninguna falta. Bastó con ver al banquillo al completo saltar por los aires. Bastó con eso y con los cañones disparando papelitos rojos y blancos para confirmar que todo había acabado. Y eso que no había hecho más que empezar.

Fuegos artificiales y un restallón que ni el 15 de agosto acompañaron a los de Preciado en su vuelta al campo mientras por megafonía sonaba ‘I will survive’, seguramente dedicado a todos los que no se han movido de su asiento en estos diez años y ayer volvieron a ver al Sporting en Primera. “Ahora más que nunca”.

Y llegó la banda de gaitas y en la pantalla del marcador, los jugadores duchándose en sidra. Y como la espera para volver a verlos se alargaba, el Fondo Sur atronó en ‘illa, illa, illa, Villa maravilla’, y con él, todos los demás. Hasta que salieron los chicos del filial, y se llevaron su homenaje. Y luego los chicos de Primera, los mismos que en breve correrán por el Camp Nou y por el Bernabéu y dejarán Castalia y Medizorroza para otros. Y tras ellos, el responsable del milagro, Manuel Preciado, manteado, como mandan los cánones. Igual que después Quini mientras por quinta vez sonaba su “ahora”.

Así fue como subió el Sporting a Primera División. Así fue como se deshizo la mareona en gritos y lágrimas. Y así fue como los 24.000 tomaron el campo a golpe de ‘We are the Champions’. Porque sí, los somos. Aunque en la portería no quede en estos momentos un centímetro de red y el campo esté lleno de calvas, arrancadas para llevarse a casa una parte de lo que ya es historia. El año que viene, más. Y mejor. La ilusión ya no la roba nadie. No puede. Pudimos.

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por María de Álvaro

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