Salvo casos patológicos, y el fanatismo es uno de ellos, para estar dispuesto a morir por algo no basta con creer en ese algo. Para estar dispuesto a morir por algo lo primero e imprescindible es que tu vida sea una mierda. O, dicho de otra manera, no tener nada que perder. En ese infierno de 362 kilómetros cuadrados en los que viven 1,5 millones de personas hacinadas, en ese infierno que se llama la franja de Gaza, hace tiempo que nadie tiene nada que perder. Y por eso pasa lo que pasa. Por eso y porque todos los que sí tenemos algo que perder estamos mucho más cómodos agarrándonos a ello. Y eso es tan ley de vida como lo otro. ¿La solución? Ni idea. Yo no la tengo. Y da vergüenza decir esto mientras sigue muriendo gente que no tiene nada que perder. Porque nada tienen.