Por María de Álvaro:
Soy de natural iluso, optimista patológica diagnosticada. Tal vez por eso cada vez que suena un pitido de mensaje en mi móvil me da un respingo. Tal vez es porque el sonido está a tope y no sé cómo se baja, pero ese ya es otro tema. El caso es que es entrar el SMS y yo emocionarme pensando que esta vez sí, que se acuerda de mí aquel ex novio al que dejé inexplicablemente, aquel tio bueno que conocí en aquellas vacaciones o aquel abogado de aquella tía tercera residente en México DF que me comunica que, efectivamente, la buena mujer falleció sin descendencia y, sobre todo, acordándose mucho de mí. Vamos, lo normal.
Pero no, resulta que del total de mensajes que recibo al día, y haciendo así un cálculo rápido y a ojo, el 88,5% aproximadamente son de la que ya considero como mi másmejoramiga: Movistar. Y, la verdad, ya no sé cómo decirle que no me interesan sus nuevas tarifas para llamar entre las cuatro y las siete de la madrugada a cualquier parte del mundo, que paso de cambiar de móvil porque le he cogido cariño, que no me ponga en el brete de elegir mis 10 números favoritos… Y, sobre todo, sobre todo, que yo un Porche Cayenne no lo quiero para nada. Que me parece una horterada. Movistar, no te soporto. Ya está. Ya lo dije.