Por María de Álvaro:
Nunca me ha gustado la lluvia, lo que no tendría ninguna importancia si viviera, por ejemplo, en Cádiz. Nunca me ha gustado porque, como algunos novios y algunos vaqueros demasiado apretados, molesta. En días de lluvia suelo olvidarme el paraguas, suelo meter el pie en un charco, suele rizárseme el pelo. Y ninguna de las tres cosas me gusta. La tercera, de hecho, puedo hasta llegar a considerarla un drama, que cada cual tiene sus manías. O podía. Hasta hoy.
Porque hoy, que cumplo un mes y un día de muletas forzosas, había decidido celebrarlo dando mi primer paseo sola. Y lo di, sí, pero hasta el portal. Porque llueve. Y cuando llueve y uno (una) tiene una pierna inmovilizada simplemente no puede salir de casa. Y encima dice el periódico que hoy empieza la primavera. Pues estupendo.