La afición tiene hoy el corazón en un puño. José Tomás, arte con mayúsculas para unos, muchos; gladiador sin miedo a la muerte para otros, menos, está ahora mismo con los pies parados en la arena de Las Ventas. Y es difícil saber cómo va a quedar la cosa, en que va a acabar el partido. Seguramente porque es verdad eso de que los toreros, y sobre todo algunos, están hechos de otra pasta. Pero no son los únicos. Ni mucho menos. Porque antes de que Tomás se apretase hoy la taleguilla, el resto de los mortales nos desayunábamos con otra lidia, la que se traen entre manos la que quería ser la primera presidenta de los Estados Unidos y el que ya tiene las papeletas para ser el primero negro.

Y ellos sí que son de otra pasta. Obama y Hillary, digo. Porque por más que del amor al odio no haya más que un paso, del odio al amor se pasa más difícilmente. Menos un político con ganas de mandar, claro. Esos lo mismo pactan con su enemigo más íntimo que se abrazan a una farola. La pareja de moda estudia ahora bailar junta el ‘Danubio azul’. Y poco les importa haber protagonizado más de un tango de final trágico, con sus navajas de filo plateado y su todo.

Pasa siempre. ¿O nadie se acuerda de cuando Areces y Villa vivían en un ring de boxeo? Todo pasa. También le pueden preguntar a Ovidio Sánchez, experto en la teoría del corcho, el hombre que siempre flota. En fin que si Hillary y Obama van a volver a ser amigos, quién no le dice a Rajoy que Costa y él no pueden acabar por ser pareja. Aunque sea de mus. O un dúo de variedades. Qué sé yo. Me perdí hace tanto tiempo…