«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…». Lo decía Rutger Hauer al borde mismo de la muerte. Pero lo decía porque no vio al Sporting perder el ascenso a Primera y volver a ganarlo con dos minutos de diferencia, mil kilómetros encima del cuerpo y la camiseta empapada de tanta lluvia y tanta desesperación. El replicante de Blade Runner marcó con su frase la historia del cine. Los once del Sporting y su mareona, la del fútbol.

El domingo en Castalia, la suerte, el destino, la casualidad y, sobre todo, el Alavés demostraron que a veces una batalla se puede ganar perdiendo. Y las gestas épicas siempre son buenas, a veces incluso necesarias, pero habrá que hacer de tripas corazón y recordar que, aunque el fin no justifica los medios, sí puede ayudar a olvidarlos. Que en la rula, ya se sabe, no pregunten, apunten.

Queda una semana y, sobre todo, una hora y media para que los corazones –y también las tripas– abandonen las bocas y puedan volver a su sitio. Y aquí ya no valen lágrimas ni de las que se pierden en la lluvia. No vale ni empatar. O no debería. Y eso que, venga, lo reconozco, nos va a dar igual.