La cosa es que 2008 pide la liquidación y toca hacer cuentas, colocar las columnas del debe y el haber. Y el debe está cargado de hipotecas infladas y de cifras del paro que también son de carne, hueso y números rojos. De una crisis de la que primero no se podía hablar y a la que ahora le sale un adjetivo al día. Y el haber… el haber es más complicado. Los haberes, como las opiniones y los culos, son muy particulares. Cada uno tiene el suyo, que diría Clint Eastwood con una patada en la puerta. Aunque haya quien no tiene nada, que hay cosas que no cambian aunque cambien los años.
Subió el Sporting, es cierto, pero han bajado otros. Y hasta otras. No son, parece, buenos tiempos para la lírica (más información: Amigos de la Ópera de Oviedo) pero sí tienen que serlo para el entusiasmo. Porque nunca llovió que no escampara. Nunca. Ni siquiera ahora que también son tiempos de cambio climático.
El mundo se ha quedado sin Paul Newman, sin Ángel González y hasta sin la nariz de doña Letizia, aunque eso nos importe bastante menos, porque 2008 se va, pero tenemos todo 2009, y toda la vida, para seguir viendo las pelis de aquel hombre que se inventó un género y leyendo las poesías de aquel otro que se inventó un mundo. Nos queda 2009, y toda la vida, para eso y para, si no funciona, hacerle caso a Freud en aquello de que existen dos formas de ser feliz: una, hacerse el idiota y la otra, serlo.
Sea como sea, feliz 2009. Va en serio.