Gracias a una iniciativa parlamentaria de IU podrán quedar regulados por ley los sueldos de los alcaldes y concejales. La propuesta de la coalición de izquierdas está tramitándose en el Congreso de los Diputados y se prevé que quede incorporada en el articulado de la nueva ley de la Administración Local. La idea de IU es que se aprueben unos criterios sobre las percepciones económicas de los ediles que estén basadas en datos objetivos, como pueden ser el número de habitantes del municipio y el presupuesto económico del ayuntamiento. Una vez fijadas esas pautas habrá una horquilla de sueldos con topes máximos y mínimos.
La iniciativa de IU es más que razonable. Los sueldos de los políticos son motivo de polémica y escándalo entre la población, así que es mejor establecer unas bases sobre la cuantía de los derechos económicos para evitar que algunos pierdan la cabeza y se pongan a sí mismos sueldos de gerente de multinacional. Todo muy razonable, pero no creo que sea fácil resolver el problema. Más de un alcalde va a decir que esa norma socava la autonomía, la independencia y la personalidad de los ayuntamientos, como instituciones soberanas, capaces de fijar sueldos y tomar decisiones, sin que estén tuteladas por ley.
La posición de los diputados en el debate es poco consistente, porque tampoco a ellos les fija nadie una escala de sueldos. Es más, los diputados tomaron hace un año, por amplio consenso (desde Nafarroa Bai hasta el PP), una decisión increíble, al fijar un fondo para que todas sus señorías tengan derecho a la pensión máxima, de forma que si no cotizaron lo suficiente para ello la diferencia se sustancia con cargo al fondo. El único requisito es haber sido durante siete años diputado o senador. A un trabajador le exigen cotizar 35 años para acceder a la pensión máxima, pero a un “padre de la Patria” le basta con siete. Diputados y senadores aprobaron, por unanimidad, la creación de un fondo de 18 millones de euros para vivir bien cuando pierdan el escaño. A todo ello hay que sumar lo más irritante: las ventajas sociales, en forma de viajes, comidas, coches oficiales, ordenadores, asistentes, etcétera. Por eso en Italia el libro de éxito sobre el estatus de los políticos se titula, “La Casta”.