La detención de los dos etarras el pasado domingo ha llevado a descubrir nuevos escondites de la banda, en los que guardaba explosivos y material para atentar. En una guarida de Huesca aparecieron 125 kilos de explosivos y en otra de Navarra había cuatro bidones cargados de material para poner bombas. La lucha antiterrorista ha dado un paso importante para desactivar la estructura activa de ETA en España, al detener a dos terroristas en Guipúzcoa, encontrar el material delictivo que manejaban y obtener pistas sobre otros dos etarras vinculados a los detenidos. Un balance muy positivo.
Uno de los etarras detenidos ha sido internado en un hospital de San Sebastián por presentar lesiones de alguna importancia. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha explicado que las lesiones se produjeron al presentar resistencias a la detención. Un juez investiga lo que ha ocurrido para que no quede sombra de duda sobre la actuación de las Fuerzas de Seguridad; en caso de que se haya producido alguna actuación irregular por parte de los funcionarios policiales, el juez instruirá un sumario para depurar responsabilidades. Esta forma de proceder es la que rige en todas las democracias que sufren el azote del terrorismo: el Estado se esfuerza por capturar a los activistas, siendo compatible esta labor con el respeto por los derechos humanos que no pierde ningún individuo aunque sea un asesino. La garantía de estos derechos descansa en los jueces.
Conocidos los hechos, el Gobierno vasco no se felicita por la detención de los terroristas y el descubrimiento de sus arsenales, sino que ha realizado una declaración provocativa diciendo que “no se combate la violencia de ETA achicando la democracia”. Es una afirmación muy grave para estar dicha por el Ejecutivo que tiene la responsabilidad de gobernar el territorio con mayor actividad terrorista de toda la Unión Europea. La tolerancia que ha practicado durante muchos años el Gobierno de Vitoria con la violencia callejera – llamada eufemísticamente, “terrorismo de baja intensidad”- se trueca en mirada severa cuando se trata de calificar una actuación de la Policía española. Esas suspicacias legitiman las actuaciones de los violentos.