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Juan Neira

LARGO DE CAFE

Cascos tiene razón

EL presidente del comité electoral del PP, Javier Arenas, asegura que los estatutos de su partido permiten compatibilizar, en casos extraordinarios, el cargo de alcalde con el de diputado nacional. La aclaración de Arenas viene a cuento de la doble condición que van a tener, previsiblemente, algunos regidores del PP como Ruiz Gallardón o Gabino de Lorenzo. El ex secretario general del PP, Francisco Álvarez-Cascos, expresó su discrepancia con ese modelo de partido, en el que se adopta un régimen laxo de incompatibilidades.

La opción de ser diputado y alcalde tiene un gran predicamento en Francia. En España, se trata de una posibilidad teórica, porque la permite la Constitución, pero ningún partido se ha cogido a ella, hasta el presente. Ser alcalde de una gran ciudad implica tal nivel de dedicación que resulta incompatible con las funciones de diputado. El día tiene 24 horas: se trabaja en una cosa o en la otra. Establecida esta premisa, la compatibilidad se puede lograr por una de estas dos vías: delegar las funciones de alcalde en un concejal, o mantener el acta de diputado de una manera meramente formal, acudiendo a los plenos para votar, pero sin trabajar en la elaboración de las leyes ni ejercer la labor de apoyo o control del Gobierno. Cualquiera de estas dos vías es un subterfugio, porque significa hacer dejación de sus funciones como alcalde o reducir la actividad del diputado al mero acto de votar.

Mariano Rajoy tiene una dilatada carrera política y sabe perfectamente que el alcalde de una capital no puede simultanear sus funciones con las de diputado. O delega o renuncia, a corto plazo, de uno de los cargos. La decisión de tener alcaldes/diputados tiene como finalidad arañar votos, porque la mayoría de los candidatos a diputado son mucho menos conocidos que los alcaldes de las grandes ciudades. Arenas habla de compatibilizar en «casos extraordinarios», pero no aclara a qué situaciones se refiere. Aunque bien pensado, tratar de ganar las elecciones a cualquier precio, como le ocurre a los dos grandes partidos, no deja de ser un caso extraordinario. Ahora bien, desde una perspectiva teórica tiene toda la razón Álvarez-Cascos: acumular cargos es un error.

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por JUAN NEIRA

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