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Juan Neira

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Síndrome de división en el PP

La elaboración de la candidatura asturiana ha suscitado la polémica interna

La precampaña electoral tiene su cenit en la proclamación de las candidaturas. Los partidos preparan con esmero ese momento para relanzar su imagen ante los votantes, al modo de los fabricantes de coches cuando retiran la lona que tapa a los nuevos prototipos. Lo ideal es que las candidaturas vengan respaldadas por el consenso de militantes y dirigentes, y los primeros puestos de las listas estén ocupados por gente con atractiva personalidad que capte la atención del público.

El PP había entrado en la precampaña electoral con pasos medidos, mostrando un Mariano Rajoy cercano, con jersey de moda. Pero al llegar el momento de mostrar los futuros diputados, la armonía se rompió con el choque entre Gallardón y Esperanza Aguirre, que Rajoy resolvió mediante el artificio de negar el escaño a los dos. Puede que Gallardón no añadiera muchos votos, pero renunciar a llevar al alcalde de Madrid en las listas del PP es algo semejante a olvidarse de Bono en las candidaturas del PSOE. Una desnortada decisión que ha puesto de manifiesto algo muy grave: Rajoy acepta la existencia de poderes fácticos en la derecha española, que micrófono mañanero en mano y presidenta autonómica en ristre, son capaces de modificar o condicionar los planes del candidato a presidente de Gobierno. Lo de Madrid fue un error y el gesto bizarro de llevar a Pizarro no lo acabó de enderezar.

El desencuentro de la derecha en Madrid, hábilmente explotado por la izquierda, tiene réplica en lo sucedido en Asturias. Tras el abandono de la actividad parlamentaria de Alicia Castro el PP regional se quedó sin un cabeza de candidatura incontestable. Cuatro dirigentes se barajaron para ocupar el hueco dejado por la diputada ovetense: Pilar Fernández Pardo, Jaime Reinares, Isidro Fernández Rozada y Ovidio Sánchez. Los tres primeros paladearon la propuesta, mientras Ovidio mostró reserva. Con el calendario electoral agotando los plazos, Gabino de Lorenzo se autoproclamó candidato, con un discurso de renovación en el partido («empieza una nueva etapa en el PP asturiano») y marcando criterios para elaborar la candidatura (representatividad territorial). La buena acogida de los militantes llevó a Pilar Fernández Pardo a sumarse a la empresa de Gabino, estableciendo un eje, Oviedo-Gijón, que supondría jubilar a la actual dirección en el próximo congreso regional.

A partir de aquí, todo lo que ha sucedido recuerda otros episodios de enfrentamiento interno vividos en el PP regional. Ovidio Sánchez pidió ayuda a la dirección del PP nacional, que con mano firme fue cambiando las candidaturas propuestas por Gabino de Lorenzo, haciendo perder peso a Gijón y aupando a Isidro Fernández Rozada. El resultado final fue la aprobación de unas listas en clave ovetense, muy poco representativas de la organización regional del PP. La andanada final de Gabino de Lorenzo, llamando perdedor a Ovidio Sánchez y conminándole a superar la obsesión por la poltrona deja dibujado los contornos de la crisis interna.

Influencia en el congreso

El choque del aparato del partido con los representantes institucionales del PP es ya una figura clásica en la política asturiana. Como lo que está en juego es quién se hará con el poder, el resultado electoral tendrá influencia en lo que ocurra en el congreso. La dialéctica interna es tan patológica que a Ovidio y sus apoyos (liberados del aparato, la mayor parte del grupo parlamentario de la Junta General del Principado) les beneficia un mal resultado de Gabino de Lorenzo en las urnas. La victoria de la candidatura socialista, encabezada por Álvaro Cuesta, supondría un mazazo para las expectativas del tándem, Gabino-Pilar Fernández Pardo. Viceversa, una victoria histórica, como reclama De Lorenzo, implicaría el relevo imparable en la dirección del partido. Aunque la gente acuda a las urnas pensando en Rajoy y Zapatero, la lectura en clave asturiana será obligada.

Hay otros asuntos relativos a la candidatura del PP que el tiempo se encargará de dimensionar. Si en la circunscripción asturiana se repiten los resultados de las tres últimas elecciones generales, el PP obtendrá cuatro escaños en el Congreso y tres en el Senado. De los siete parlamentarios, cinco de ellos desempeñan funciones municipales (dos alcaldes y tres concejales). Y Ovidio de senador y jefe del partido. Las responsabilidades senatoriales son más relajadas, pero el acta en el Congreso de los Diputados implica marchar de Asturias los martes, a primera hora, y regresar los viernes. Ese plan tendrán Gabino de Lorenzo, Pilar Fernández Pardo y Jaime Reinares. En una organización partidaria tan atravesada por las envidias y las trifulcas internas, no parece que la dedicación municipal a tiempo parcial de sus líderes sea la mejor forma de levantar una alternativa de gobierno en el Principado, misión prioritaria a la que estará convocado todo el PP asturiano al terminar su congreso regional. Viendo cómo se hacen las cosas, tiendo a pensar que desde los tiempos en que Rozada hacía aspavientos en la Junta frente al presidente De Silva, el mejor contrafuerte de los gobiernos socialistas es el propio Partido Popular. Los triunfos electorales del PSOE asturiano descansan en los errores del PP.

Aunque las urgencias electorales son malas consejeras, algún dirigente del PP asturiano debería reflexionar sobre dos cosas: tras la ruptura con Sergio Marqués, el PP asturiano tiene un déficit de credibilidad, así que el enfrentamiento entre Gabino y Ovidio debe realizarse por los cauces internos, de manera ordenada a través de votaciones en el congreso; en segundo lugar, el PP asturiano no puede vivir de los éxitos del PP nacional. Tras ocho años de estar bajo el ala de Aznar, Rato y Cascos, les toca aportar algo al esfuerzo de Rajoy por recuperar el Gobierno. Un poco de seriedad. La foto de Benia de Onís, con Gabino de Lorenzo recibiendo con atuendo informal a un Ovidio encorbatado, no deja de ser un escarnio que se permite el alcalde de Oviedo para demostrar que la relación entre ambos es la propia del dueño de la finca con el administrador de la propiedad: ‘milana bonita, milana’.

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por JUAN NEIRA

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