En esta campaña electoral ya hemos dado un paso adelante: hay debates televisados entre los dos únicos líderes que tienen probabilidades reales de ser investidos como presidentes de gobierno. Ahora hace falta aprobar otra asignatura pendiente: plantear alternativas para los principales problemas que tiene la sociedad. En este asunto hay que estar muy vigilantes, porque el debate electoral consiste en manosear las palabras y en escupir cifras, para transmitir la idea de que se trabaja sobre los problemas sin aportar nada nuevo. Por ejemplo, decir que la situación económica está “muy mal” no es una garantía para enderezarla.
Quisiera establecer otra premisa para abordar la cuestión de las alternativas a los problemas. Lo vemos con otro ejemplo. El paro, problema número uno según las encuestas que se han hecho en Asturias en los últimos treinta años, no es un problema es la consecuencia de un problema. El desempleo es como la fiebre, y los médicos no se dedican a atacar la fiebre sin indagar en las causas. Para que desaparezcan la fiebre o el dolor hay que atacar la infección.
Aunque al PSOE, PP e IU les atraiga debatir de otros asuntos, hay cuatro o cinco cuestiones encima de la mesa que resultan inaplazables. El pasado año, España pagó 15.000 millones de dólares adicionales por la subida del precio del petróleo. Hace diez años, el barril de petróleo costaba 10 dólares, y ahora está a 100. Somos el país de la OCDE más dependiente del crudo. En la misma proporción que se enriquecen Chavez ó Putin, nos empobrecemos nosotros ¿Qué hacer? La apuesta por el gas (en los últimos años se construyeron cerca de 60 plantas de ciclo combinado) también se resiente de la escalada de precios, porque el gas en los mercados sigue las alzas del petróleo. No está mal hablar de Otegi, pero alguna vez tocará hablar de petróleo.
Desde el FMI, el Banco Mundial y la Comisión Europea nos alertan del problema que tendremos dentro de una docena de años con el pago de las pensiones. En Asturias, las pensiones son la clave del sistema económico: 300.000 pensionistas reciben 3.600 millones de euros al año, casi tanto como todo el Presupuesto del Principado. En voz baja se recomienda la suscripción de planes privados de pensiones, que es tanto como reconocer que el sistema público puede desmoronarse. Sin embargo, ni Rajoy ni Zapatero, ni Álvaro Cuesta ni De Lorenzo, ni Llamazares ni Laura González, se atreven con la verdad: hay que subir obligatoriamente la edad media de jubilación. Exceptuados los sectores productivos basados fundamentalmente en el trabajo físico, el resto puede y debe trabajar más tiempo. No hay otro signo del declive asturiano más incontrovertible que ver a la generación de los cincuenta años caminando de chándal a media mañana por las sendas costeras y del interior.
Otro asunto: la farragosa financiación autonómica. Antes de que Montilla y otros poderosos señores feudales nos tomen la delantera basándose en sus nuevos estatutos de autonomía, hay que resolver el Sudoku de Solbes. ¿Por qué no se hace en campaña electoral?. Les suministro dos reglas. Se fija el coste estándar de la cartilla sanitaria o escolar, igual para toda España. Segunda premisa: las comunidades ricas aportan dinero a la caja común para financiar el coste estándar de los servicios al que no llegan extremeños o asturianos con sus ingresos fiscales. A partir de ahí, los ricos, con su excedente, que se paguen los lujos asistenciales que tengan a bien.
Final, la Sanidad. La Sanidad pública, con sus largas listas de espera y su bulimia de recursos económicos, sólo se soluciona con sacrificios: a partir de 25.000 euros de renta, pagamos todos por acto médico. Y a gobernar.