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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL LIBRO BLANCO DE ZAPATERO

El segundo debate entre Zapatero y Rajoy se había presentado como la revancha del anterior, sin que estuviera claro quién había ganado el primer enfrentamiento. Ya sé que las encuestas dieron, la pasada semana, la victoria a Zapatero por unanimidad, pero la percepción de los candidatos probablemente era otra. Por ello, Zapatero introdujo más novedades en el segundo “cara a cara”, mientras que Rajoy reiteró los principales argumentos del primer enfrentamiento, haciendo quizás un uso abusivo del que podríamos denominar “discurso de la mentira”, consistente en repetir muchas veces que Zapatero mintió o miente en tal o cual asunto. Esto no quiere decir que Rajoy no aportara novedades, como hacer del tendero castellano-hablante multado el eje del discurso de la discriminación del socialismo catalán.

Pero las verdaderas y eficaces novedades las llevó al plató Zapatero. La primera la del truco del libro blanco, que ni era libro ni estaba en blanco, pero que rompió la atención de Rajoy y creó sobre la mesa un virtual “dos contra uno”, favorable a Zapatero. El discurso de Zapatero se apoyaba en la autoridad del libro blanco, una especie de memoria de la legislatura y de futuro programa. Cuando Rajoy replicaba sobre algo, Zapatero hacía un gesto poniendo la mano sobre el libro, como diciendo que las palabras o las cifras no las decía él, sino que constaban en el libro, así que se trataba de afirmaciones sólidas.

Luego vino el golpe de efecto de la primera intervención del debate sobre economía y empleo, demostrando Zapatero (con la ayuda del famoso libro blanco) que Rajoy había mentido en el anterior debate al decir que su primera intervención de la legislatura había estado dedicada a preguntar sobre precios y economía.

Hasta el descanso, la iniciativa en el debate la llevó Zapatero, aunque Rajoy forzó al límite al discutir sobre inmigración, afirmando que los españoles podían estar incómodos con los inmigrantes por los problemas de becas, plazas en comedores escolares, etcétera.

Durante todo el debate el rostro de Rajoy estaba más crispado que una semana atrás, porque las encuestas electorales suponían una presión añadida sobre el líder de la oposición. Zapatero controló su rostro y hasta en los momentos más comprometidos de la discusión evitó la sensación de desolación que en algunos momentos estuvo dibujada en su expresión siete días atrás. Este es un asunto mucho más importante que las fruslerías sobre el color de trajes y corbatas: en los planos cortos gana siempre Zapatero, porque en su rostro no hay tic ingobernables y está mejor preparado para resistir la prueba de la cámara.

A todo lo anterior hay que añadir un error de Rajoy, al empeñarse en debatir sobre una intervención del Gobierno de Zapatero en Naciones Unidas, lo que permitió prolongar el debate sobre Irak, terrorismo islamista, etcétera, en vez de hablar de ETA.

Al llegar al descanso, con tres bloques temáticos ya debatidos, la ventaja de Zapatero era clara, gracias a una táctica muy superior que se apoyaba en tres piezas básicas: a) el recurso del libro blanco b) interrumpir los parlamentos largos de Rajoy, cuando más luce la oratoria de líder del PP y c) esforzarse por dedicar unos minutos de cada tema a exponer proyectos para el futuro.

En el descanso, los españoles vimos anuncios, pero los asesores de Rajoy jugaron un papel fundamental al suministrarle otra versión sobre la famosa “mentira” del principio del debate (su primera pregunta de la legislatura). A partir de aquí Rajoy llevó la iniciativa, pero fue ya demasiado tarde. Mantengo la misma fórmula de siete días atrás, pero cambiando de protagonista: el debate se le dio mejor a Zapatero.

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por JUAN NEIRA

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