El fracaso electoral del PP estriba en que la complejidad de Asturias no cabe reducirla al monolitismo de Oviedo
Gabino de Lorenzo no se sentará en el escaño del Congreso de los Diputados al renunciar a recoger el acta. Los malos resultados cosechados por el PP en Asturias, al quedar por detrás de los socialistas, circunstancia que no se producía desde las elecciones generales del año 1993, han empujado al alcalde de Oviedo a poner fin a su intento de erguirse como gran líder de la derecha asturiana, una aventura política que apenas duró 50 días. La renuncia de Gabino coincide con el ofrecimiento de Rajoy para seguir al frente del partido y convertirse en candidato a presidente de Gobierno en las elecciones generales de 2012.
Desde estas líneas hemos mantenido repetidamente que en las elecciones generales entran en liza los líderes nacionales, aportando muy poco a la batalla de los votos la personalidad de los cabeza de lista de las distintas circunscripciones provinciales. El caso de Gabino de Lorenzo tiene una cierta singularidad, porque se autoproclamó como candidato, marcó criterios propios para elaborar la lista –que luego fueron corregidos por la dirección nacional- y realizó una campaña nítidamente personal, en la que no tuvieron cabida el resto de los candidatos, con la excepción de Pilar Fernández Pardo.
De Lorenzo no siguió el libro de estilo de campaña del PP, sino que apeló a una comunicación directa con los asturianos, con bromas y referencias cómicas sobre sus rivales directos, presentándose como el gran conseguidor de los intereses asturianos ante el futuro gobierno de Madrid. Más aún, De Lorenzo presentó su salto a la arena electoral como un trampolín para liderar el PP regional (“los toros de uno en uno”), y avisó a los socialistas que en las próximas elecciones autonómicas las cosas serían distintas…
El alcalde de Oviedo anunció que una nueva etapa empezaba en el PP. No andaba descaminado Gabino en su pronóstico, porque con la derrota en las urnas y su renuncia al escaño, el PP asturiano se ve abocado a abrir una nueva etapa que ya había quedado dibujada tras la derrota en las elecciones autonómicas del año pasado, en las que concursaba Ovidio Sánchez por tercera vez como candidato la presidencia del Principado.
Uno de los aspectos más dudosos de la campaña ha sido la ocurrencia de Gabino de abrir el debate sobre la oficialidad del asturiano, un asunto que chocaba con la línea estratégica de Rajoy y que no estaba en el programa del PP. Isidro Fernández Rozada y Pilar Fernández Pardo también insistieron en esa propuesta que pudo captar algún voto asturianista pero que colisionaba con los deseos del grueso del electorado conservador y liberal.
El mensaje expresado por Gabino de Lorenzo de que ante las urnas debían comparecer los mejores estaba basado en el supuesto atractivo de los candidatos para sacar votos. El gran activo de Gabino, tras veinte años en la vida política, no estriba en su aportación al debate sobre las ideas sino en su capacidad para lograr sufragios. Una bien ganada fama de alcalde ejecutor, capaz de remodelar su ciudad, le llevó al triunfo en cinco elecciones locales, las cuatro últimas por mayoría absoluta.
Para allanar los obstáculos hacia el triunfo electoral retiró el proyecto de las torres de Calatrava a la entrada de la capital, no fuera a ser que los planes del Ayuntamiento de Oviedo enturbiaran la proyección regional de su alcalde. Anunció una “victoria histórica”, que se saldó en las urnas con una derrota por 28.000 votos de diferencia con respecto al PSOE.
De Lorenzo se había marcado como objetivo electoral preferente las cuencas mineras, prometiendo el desbloqueo de los fondos mineros, sin embargo, al contar los votos, el PP perdió 4.500 sufragios sobre las elecciones de 2004 en los concejos carboneros.
El discurso localista de Gabino constituía un handicap para los intereses electorales del PP en Gijón y Avilés. De ahí que De Lorenzo tuviera mucho interés en ser escoltado en la lista por los principales líderes municipales de su partido. Intento vano porque el PP perdió más de 3.500 votos en Gijón y más de 2.000 en Avilés.
En el batacazo electoral del PP en Asturias (pérdida de 28.000 votos, cuando el PP a escala nacional ganó 400.000 sufragios) ha influido la confianza puesta en un candidato que despertaba gran recelo en varios de los municipios más poblados de la región. Pero por debajo de esa incapacidad para ver el sesgo localista que Gabino de Lorenzo iba a imprimir a la lista del PP está otra ceguera mayor: la supuesta homogeneidad del territorio regional. Asturias es demasiado plural como para reducirla políticamente a las claves de Oviedo.
En este punto es curiosa la asimetría de los dos grandes partidos. El PSOE está muy pegado al mapa regional, con sus variantes y contradicciones. Por eso logró en las elecciones municipales 54 alcaldías. La asignatura pendiente del PSOE es Oviedo. Al PP le ocurre el fenómeno inverso: observa Asturias desde Oviedo, y tiene una visión muy esquemática de las cuencas mineras, Gijón, Avilés, etcétera. Por eso sólo tiene 12 alcaldías, aunque en la Junta General del Principado sólo hay un escaño de diferencia entre los dos grandes partidos.
La continuidad de Rajoy aporta sosiego a toda la organización y permitirá encarar el próximo congreso regional del PP en mejores condiciones. Tras la derrota de Gabino de Lorenzo no resulta fácil encontrar un recambio para Ovidio Sánchez. El aparato del PP, que veía los planes del alcalde de Oviedo como una amenaza para sus intereses, tiene ahora un cierto margen de maniobra. En principio, la única persona que ya sabe lo que es ganar elecciones generales en Asturias y tiene una buena relación con Gabino de Lorenzo y Álvarez-Cascos es Alicia Castro. Pese a ello, dudo que sea del agrado de la actual dirección regional. Hasta el domingo pasado era posible pensar en una alternativa forjada por la alianza de las juntas locales de Oviedo y Gijón, pero ese tándem acaba de fracasar en las urnas. La renovación del PP es, aún, un objetivo sin rostro.