La precampaña de las elecciones europeas se inicia con los líderes nacionales volcados en los mítines, como si Zapatero y Rajoy aspiraran a ser eurodiputados. Cada cinco años se repite la cita con la Eurocámara, aunque en este último lustro han pasado demasiadas cosas para caer en la rutina. A modo de resumen: hay menos Europa unida que en el año 2004 y del escepticismo británico sobre la Unión Europea hemos pasado a un euroescepticismo generalizado. La Constitución continental ha sido derribada por las opiniones nacionales y la crisis económica es atacada desde cada país con su propia receta; hasta en la zona euro cada socio tiene su propio modelo para afrontar la crisis. Puestos a anotar carencias, ni siquiera hay líneas de fuerza dentro de la UE que permitan a un grupo de países ejercer el liderazgo. Hasta el presupuesto económico de la UE es menos relevante, en términos relativos, de lo que eran los recursos comunitarios hace unos años.
Para colmo, los países que reciben más recursos tienen en los Estados Unidos su principal referencia ideológica y estratégica. Desde que estalló la crisis económica, la principal figura europea para el público es Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, un individuo que toma decisiones sobre los tipos de interés sin dar cuenta y explicaciones a las autoridades políticas, restando importancia al papel de las instituciones comunitarias.
Queda en pie el mercado, con intervenciones, sesgos y caprichos, pero mercado a fin de cuentas. Pese a lo expuesto anteriormente, comprobaremos en los próximos días cómo todos los políticos de todos los partidos repetirán al unísono el ‘mantra’ de las campañas electorales europeas: «Hay que votar porque nos jugamos mucho en Europa». Nunca como en esta ocasión le resultará tan ajeno ese mensaje al ciudadano medio.
Digamos sin tapujos cuál es el verdadero interés que mueve a la clase política ante las elecciones europeas: el resultado nacional. El análisis de los comicios no se hará en clave de Eurocámara, sino de correlación de fuerzas políticas españolas. Las elecciones europeas tienen un valor instrumental, dentro de ese carrusel de citas que empezó en Galicia y País Vasco, pasará por Europa, para recalar luego en Cataluña, hasta que dentro de veinticuatro meses se celebren las elecciones municipales y autonómicas, antesala del gran pulso entre Zapatero y Rajoy. En las listas del PSOE y PP repiten dos políticos asturianos, Antonio Masip y Salvador Garriga. La aspiración de Ovidio Sánchez de convertirse en tribuno europeo no obtuvo el visto bueno de Madrid. El PP asturiano es una organización demasiado endeble para tener dos representantes. Al frente de las dos candidaturas están López Aguilar y Mayor Oreja, que es tanto como apostar por lo más destacado de Zapatero y Aznar.