Lo que dijo Zapatero en el mitin de Langreo no tuvo ninguna importancia, lo único relevante fue el medio usado para desplazarse a nuestra región: avión Falcon de las Fuerza Aérea Española. Si en vez de intervenir como líder socialista lo hubiera hecho como presidente de Gobierno, no creo que sus palabras tuvieran una gran trascendencia, pero lo único seguro es que del avión no habría ni una foto. La política española gana espesor al reducir el debate a los medios de transporte usados por el presidente del Gobierno para participar en la campaña electoral.
Si usar el avión es una burla, como ha declarado Rajoy, debe desarrollarse ese argumento hasta el final: tampoco pueden acompañar el mismo número de escoltas a Zapatero, porque ningún secretario general de un partido tiene tanta protección como el jefe del Ejecutivo. Retirado el avión y rebajados a la mitad los escoltas, hay que dar más pasos en la dirección correcta: nada de usar el respaldo institucional para hacerse hueco en las televisiones, porque a fin de cuentas en Langreo habló el secretario general de un partido, y en la vida pública hay muchos grupos, todos con su líder correspondiente. También hay que controlar los fines de semana de Zapatero, porque puede usar un avión o un coche oficial si viaja a la casa que tiene en Andalucía para descansar como presidente del Gobierno, pero si el motivo del viaje es recuperarse de las fatigas que le produce el partido, lo adecuado es recurrir al coche privado o al taxi.
En la política norteamericana, muy estricta con los gastos públicos y privados, los presidentes no cambian de avión para participar como candidatos en los actos electorales de su partido. Si se acepta la absurda disputa creada en España, el asunto tendrá ilimitadas consecuencias, porque cada vez que un cargo público salga de su trabajo para comer con un amigo tendrá que pedir un taxi, mientras queda aparcado el coche oficial que le llevó a su despacho. Atacados por un repentino escrúpulo de corte luterano, podemos embarcarnos en una profunda revisión de usos y costumbres en pos de la perfección, para así lograr entre todos que no se hable de política.
Tan peligroso como hacer la vista gorda ante los que roban es rasgarse las vestiduras porque el presidente use un avión oficial para participar en un acto político público.