Juan Carlos Monedero abandona la dirección de Podemos en medio de fuertes críticas sobre la estrategia de moderación del partido. El teórico número tres de la organización asegura sentirse engañado y traicionado por el giro político realizado hace unos meses para ganar el favor del electorado de centro. Dice que la obsesión por alcanzar el poder lleva a mimetizarse con los partidos de la casta. En su despedida, Monedero reivindica el originario discurso de los indignados del 15-M, el gesto rebelde frente a las posturas acomodaticias.
En las crisis políticas hay siempre dos planos superpuestos, el enfrentamiento personal y el antagonismo de los discursos. A la vista del público predomina el segundo plano, ocupado por intervenciones vehementes y reflexiones políticas, pero la clave de las crisis estriba en el choque personal, producto de ambiciones y espacios de poder imposibles de armonizar. Primero surgen las fricciones personales y, luego, se echa mano del argumentario político para vestir las miserias humanas de lucha por fines nobles. Es muy probable que Mondero -sin duda el tipo con más ingenio del grupo dirigente de Podemos- no hubiera roto con sus compañeros si no hubiese estallado el escándalo del medio millón de euros cobrados por la autoría de un imposible informe sobre la unidad monetaria en la América bolivariana. Tuvo que pechar con una culpa que tal vez fuera más colectiva que personal. A partir de ahí jugó un papel distinto y empezó a gestarse el distanciamiento. Desapareció del plasma (no sólo Rajoy utiliza la televisión para comunicarse con la plebe), como estrategia defensiva ante la lluvia de ataques, y abandonó precipitadamente algunas reuniones de la dirección de Podemos para evitar ser visto por los periodistas que aguardaban el inicio de la rueda de prensa. Cuando una persona se aísla del grupo empieza a pensar distinto al grupo.
La discusión que plantea Monedero, la discrepancia con la línea de moderación de Podemos, es el tema clave para los “inscritos” (así llaman a los afiliados) y para los potenciales votantes de este partido. Seis meses atrás, las propuestas de Podemos se asemejaban a un guante arrojado al rostro del “establishment”; en la actualidad, el discurso de Podemos está homologado con la socialdemocracia europea. Un cambio cualitativo, realizado en un plazo mínimo de tiempo, espoleado por las encuestas. ¿Quién tiene razón?