Ante un escenario postelectoral sin mayorías absolutas, la política de los pactos es inevitable. Es probable que sea necesario concertar la voluntad de tres grupos parlamentarios para poder gobernar, pero en cualquier caso la presión sobre las fuerzas ascendentes (Podemos y Ciudadanos) parece inevitable, bien sea para recabar su apoyo explícito o para asegurar su abstención. En este punto es preciso volver a insistir que en Asturias, dada la particular y anómala regulación de la sesión de investidura –la ley no contempla la posibilidad de que los diputados rechacen el programa de gobierno que presente el candidato a presidente- no es necesario en la segunda votación contar con un determinado número de escaños a favor –en la primera se exige la mayoría absoluta-, basta con el respaldo de un solo diputado. Sin embargo, para asegurar la gobernabilidad a lo largo del mandato sí es preciso enhebrar una mayoría absoluta.
Podemos y Ciudadanos no se muestran reacios a los pactos, al contrario, apenas ponen límites teóricos al acuerdo. Los dirigentes de Podemos, copiando la terminología del Partido Socialista, hablan de “líneas rojas”, y cuando se les pide especificar, entre las líneas rojas sólo están el PP y Foro. Ciudadanos aún es más flexible, ya que acogiéndose al carácter transversal de la fuerza política están dispuestos a pactar a derecha e izquierda, porque tanto les vale el credo socialdemócrata como el liberal. Aunque unos provengan del activismo social y los otros de una clase media más o menos ilustrada, es evidente su inexperiencia política. No son conscientes de hasta qué punto son fuerzas sin consolidar, que ahora tienen las encuestas a favor y mañana pueden tener los votos en contra. La verdadera incógnita no reside en su techo electoral sino en su suelo.
Digo todo esto porque la cuestión de los pactos en España y en Asturias es muy delicada. El último ejemplo del daño que causa un pacto en contra del propio electorado es el de UPyD con los socialistas en la Junta General del Principado. Antes de que estallara la crisis del partido y de que Rosa Díez gritara, “a mí, los marines”, las expectativas de UPyD eran marginales. En las encuestas que barajaba el Partido Socialista, en el mes de enero, se quedaban con un pie fuera del Parlamento. Lo que ocurra en Andalucía puede ser muy revelador para conocer las alianzas que van a cristalizar en Asturias después del 24-M.