Los dirigentes del PSOE han presentado el programa del partido a las elecciones autonómicas. Para que no hubiera dudas, a modo de prólogo, dijeron que era un programa realista, que se podía ejecutar. Una declaración tan temprana sólo se realiza cuándo se piensa que otros grupos tienen programas ficticios. ¿Podemos? El programa socialista se puede cumplir, llevan razón, pero en el caso de que no se cumpla tampoco se lo va a reclamar nadie, porque es tan anodino y vago como repetido. ¿Cuántas veces hablaron los socialistas de la Zalia, de la estación intermodal, de desbloquear la línea Sama-Velilla, de potenciar la Formación Profesional, de implementar ayudas para los jóvenes o de trazar un nuevo mapa sanitario? Ahora proponen regular las listas de espera por ley. No sé cómo se come eso, pero en este mandato incrementaron a un ritmo de 1.200 pacientes al año las listas de espera quirúrgica. La media de espera es de 77 días por una operación, cuando llegó al poder Javier Fernández estaba en 55 días; ningún paciente tardaba más de seis meses para entrar en el quirófano, y ahora hay 889 en esa situación. Ante este panorama, le echan temple y proponen regular las listas por ley. No necesitan hacer un esfuerzo tan generoso, nos conformaríamos con que se siguieran publicando las listas de espera, puntualmente, como se hacía hasta que llegó el tándem, Javier Fernández-Faustino Blanco, a revolucionar la sanidad.

Después del espantoso ridículo hecho con las leyes de Transparencia y Buen Gobierno e Incompatibilidades de Altos Cargos, que causaron el estupor de los servicios jurídicos de la Junta General del Principado, vuelven a las andadas al incluirlas en el programa electoral dentro del capítulo de regeneración democrática. En ese apartado se habla también de impulsar la iniciativa legislativa de los ayuntamientos, así como de dar la posibilidad a los ciudadanos de realizar preguntas parlamentarias. Esto último entra de lleno en lo sarcástico. Toda una legislatura luchando la oposición para que el presidente acuda a la Cámara con más frecuencia para someterse al control de los grupos parlamentarios, y ahora resulta que Javier Fernández está dispuesto a responder a todas las cuestiones que le planteen los peatones. En vez de abrir una ventana al populismo, mejor acepta debates televisados en la campaña electoral. Eso haría más por la transparencia que cien leyes horribles.