En los mítines del primer día de campaña quedó comprobado que los candidatos abordan las elecciones con los mismos modos y argumentos que en el pasado. Tanto da que sean partidos tradicionales como de nuevo cuño. Los discursos son un alarde de retórica al servicio del juego maniqueo de buenos y malos. Ejemplo de ello fue la intervención de Javier Fernández en Gijón, cuando señaló que el modelo sanitario de Mercedes Fernández es el de Madrid. ¿Qué sentido tiene inventarse antagonismos en la campaña cuando lleva dos legislaturas coincidiendo con el grupo parlamentario del PP en todas las cosas importantes? ¿Si de ningún otro partido estuvo más próximo, por qué interpretar ahora una película de indios y vaqueros?
El gusto por la escenificación y las palabras huecas hacen que los ciudadanos voten guiados por meras apariencias. En lo tocante a la pura lucha política, la probabilidad de que se hunda el bipartidismo es remota, aunque sí cabe anticipar que saldrá dañado; el esquema de los dos grandes partidos, acumulando el 90% de los escaños, ya hace tiempo que quedó atrás en Asturias, pero el PSOE y el PP no están hundidos por el vendaval desencadenado por la corrupción y el paro.
PROPUESTAS
Para acabar con la farsa los candidatos están obligados a detallar algunas propuestas clave. ¿Qué van a hacer con el sobredimensionado sector público? ¿Seguiremos por la senda de incrementar el gasto corriente (líderes en la España autonómica) y aumentar la deuda, a un ritmo de un millón de euros al día, para poder financiar los 80 entes públicos conocidos como “chiringuitos”? Otra cuestión, los impuestos. ¿Qué van a hacer con cada figura fiscal? ¿Se crearán nuevos tributos? ¿Aumentarán o descenderán los tipos impositivos de los actuales impuestos?
Las inversiones ¿Qué inversiones se compromete a ejecutar cada partido en caso de gobernar? ¿No es muy extraño que con el actual nivel de paro no se hable de inversiones públicas? ¿Puede progresar un territorio sin invertir en él?
Junto a estas cuestiones básicas hay que “mojarse” sobre los servicios públicos ¿Qué medidas se van a tomar para sacar a la sanidad del colapso? Sobre este asunto no deja de llamarme la atención la medida que introduce el PSOE en su programa, proponiendo regular las listas de espera por ley. Ante el absoluto fracaso en la gestión socialista de las listas de espera no se les ocurre otra astracanada que resolverlo haciendo una ley, como si las demandas de los enfermos o las respuestas de los médicos cambiaran con la letra del BOPA. También habrá que hacer propuestas sobre educación, un campo manifiestamente mejorable, que no dio el salto de calidad esperable dado el descenso de los alumnos. Con la mitad de chavales en las aulas, el nivel de asimilación de conocimientos es el mismo que hace veinticinco años. Por último están los servicios sociales. Hacen falta propuestas concretas sobre el salario social. Las reservas que tiene más de un partido sobre ese tipo de prestación deben exponerse ahora, antes de ir a votar.
El segundo asunto a dilucidar en la campaña son las alianzas parlamentarias. La decepción con la clase política es tan grande que no cabe dar un voto incondicional. ¿Qué va hacer usted con mi sufragio señor candidato? ¿Con qué apoyos va a gobernar? ¿Qué juego de manos esconde Javier Fernández que rechaza pactar con Podemos y el PP? Explique al electorado la carta que guarda en la bocamanga.
TRAMPAS
Veamos dos ejemplos irritantes. En el Ayuntamiento de Oviedo, en la segunda mitad del mandato, IU dio un giro espectacular y pactó los dos últimos presupuestos con el alcalde Iglesias Caunedo (PP). Cuando los ovetenses de izquierdas pensaban que tocaba levantar una alternativa a veinte años de “gabinismo”, llegaron los concejales de IU y dieron un balón de oxígeno al heredero de De Lorenzo. Los ciudadanos deben estar blindados ante este tipo de sorpresas. El campo de alianzas debe explicitarse en la campaña electoral.
En la campaña de 2012, Mercedes Fernández declaró en Canal 10 que si algo había hecho a lo largo de su vida política era oponerse al PSOE. Llegado el momento, acudió al rescate del Gobierno socialista cuando había quedado en minoría en la Cámara. Ningún asturiano votó al PP pensando que iba a convertirse en la brigada de salvamento de Javier Fernández. Los grupos parlamentarios pueden tomar distintas estrategias, pero el electorado debe estar previamente advertido para no sentirse traicionado.
Por último, considero indispensable que los distintos partidos se posicionen sobre el modelo de investidura presidencial que rige en la Junta General del Principado. En el Parlamento está prohibido votar “no” al candidato al presidente. Un sistema tan artificioso provoca que la investidura no garantice la gobernabilidad. Es perfectamente plausible que el candidato salga investido presidente y que su gobierno resulte bloqueado en la Cámara desde el primer día del mandato. Hay precedentes. Esta trampa institucional, diseñada en los años ochenta del pasado siglo, no debe mantenerse en pie otra legislatura.