Fin de la campaña electoral, en la que tuvieron un papel especial las nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos. Los mítines más concurridos fueron los organizados por el partido de Pablo Iglesias en Gijón y Oviedo; Ciudadanos adquirió protagonismo por el espectacular aumento que obtiene en los sondeos de intención de voto desde hace tres o cuatro meses. El invierno pasado, en una tertulia radiofónica, alguien dijo que era el partido financiado por los ricos (“detrás de Ciudadanos está el Ibex”) y desde entonces es el favorito de los pobres en las encuestas. Podemos y Ciudadanos practican la ambigüedad para no perder electorado, algo propio de los “partidos viejos”. Por cierto, esto de partidos viejos y nuevos es una división artificial que no responde a ninguna realidad. No hay un solo elemento material que permita diferenciarlos; ahí está la estructura interna de Podemos rematada con el cargo de secretario general, como ocurre en el partido más antiguo de todos que es el PSOE. Si alguien piensa que los viejos son corruptos y los nuevos incorruptibles, lo único que tiene que hacer es dar tiempo al tiempo para asombrarse de los resultados. En las polémicas políticas, como en las de cualquier naturaleza, cuando escasean los argumentos se buscan palabras con poder taumatúrgico para rellenar las lagunas del intelecto.
La campaña electoral empezó envuelta en la incertidumbre y termina rodeada de dudas. El electorado llegará a las urnas con los mismos elementos de juicio que hace quince días. No hubo debates entre los cabeza de lista, la cuestión de los posibles pactos de gobernabilidad quedó sin aclarar, y el asunto más espinoso para comunicarle al electorado, que es la política fiscal, no pasó de las vaguedades. Nadie dijo qué gastos recortará para poder bajar los impuestos. Está tan enraizado en la cultura política española que los partidos deben mantener una agenda oculta hasta después de las elecciones, que ningún grupo dijo, sin ambages, que a subir tal o cual impuesto. Pues bien, antes de un año veremos alguna subida fiscal, porque no hay manera de reducir el déficit público al 0,7% del PIB, en 2015, sin contar con más recursos.
Para desasosiego colectivo seguimos sin saber por qué Asturias va a ser la región con menor crecimiento económico este año y el que viene, ni por qué nuestro incremento de trabajadores con ocupación se quedó en el 0,1% en 2014. Las urnas no fabrican milagros.