La consulta en las bases de Podemos sobre la investidura de Pedro Sánchez ha salido tal como deseaba Pablo Iglesias, que en sólo cinco años ha logrado convertirse en el político español que más referéndum internos ha ganado de la historia. La militancia enfrentada a la disyuntiva de escoger entre un gobierno de coalición o hacer presidente a Sánchez sin que Podemos tenga ministros en el nuevo gobierno, limitando su nivel de responsabilidad a las tareas administrativas, se ha posicionado por la primera propuesta. Pese a que la pregunta estaba presentada de forma torticera para condicionar la respuesta, el 30% de los que votaron contravinieron los deseos de Iglesias. En el referéndum participaron 138.000 afiliados, mientras que en la consulta para avalar la compra del chalé de Galapagar, lo hicieron 187.000.
Cuando faltan cuatro días para iniciarse la sesión de investidura, vamos conociendo los entresijos de la negociación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Habían dicho que no se había hablado de sillones, pero era una mentira piadosa. Al parecer, el líder del partido morado reclamó ser vicepresidente del gobierno, así como las carteras de Hacienda (datos sobre el patrimonio y los ingresos de los españoles), Trabajo (derogar la reforma laboral) y Comunicación (monopolizar la información sobre el gobierno y adueñarse del llamado relato). A diferencia de lo solicitado en 2016, esta vez no exigió el Ministerio de Interior, ni el de Exteriores, ni el control sobre el Centro Nacional de Inteligencia. Cada vez es más humilde.
Pedro Sánchez ha dicho que el mayor escollo para el acuerdo es el empeño de Iglesias en sentarse en la mesa del Consejo de Ministros. El presidente en funciones considera que Iglesias no puede ser vicepresidente porque existen divergencias importantes sobre asuntos capitales, como el problema de Cataluña, donde el líder podemita habla de presos políticos. La oferta de Sánchez incluye poner a expertos de Podemos al frente de algunos ministerios sobre los que tengan una probada competencia, excluyendo a Iglesias y a miembros de su equipo de dirección. La investidura de Sánchez camina hacia el fracaso, quedando abierta la puerta a una segunda oportunidad en septiembre. Iglesias ha quemado las naves con la consulta interna, ya que ahora no tiene margen para rectificar. Si por su obstinación se va a unas nuevas elecciones, el batacazo que llevará en las urnas será mayúsculo. Ni sillones ni votos.