Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), dentro de catorce años la población asturiana andará por los 947.000 habitantes, que viene a ser algo así como perder alrededor de 3.500 habitantes al año. A esta cadencia nos hemos ido acostumbrando en la última década, cuando se acabó con el señuelo del repunte poblacional por la mejora de las circunstancias económicas. La percepción de que el declive demográfico es el problema más grave de la región es un hecho reciente. Hasta el presente mandato no fue una prioridad, en la agenda política, la lucha contra la caída de la población y el vaciamiento de las zonas rurales.
El cuadro general del declive poblacional en Asturias engloba dinámicas concretas que exigen valoración y tratamiento. Veamos algunos datos. En la actualidad hay 51.756 personas con más de 85 años, mientras que los menores de cinco años son 27.021. Casi el doble de personas de la llamada, ‘cuarta edad’ (empieza a los 85 años), que niños de los dos ciclos de la etapa escolar de Infantil. Si nos fijamos en el límite de la longevidad, las personas con cien o más años, vemos que en la actualidad hay 686, pero en el año 2037 serán 1.584. Los centenarios se duplicarán de largo en los próximos catorce años. Hace veinte éramos la octava región con más personas centenarias y en el presente somos la tercera. Las otras dos regiones que encabezan la estadística son Castilla y León y Galicia. La evolución de la cuarta edad lleva a dos reflexiones. La más obvia es la necesidad de preparar a los servicios sanitarios y sociales para un segmento de población creciente, caracterizado por una baja capacidad de autonomía y un elevadísimo gasto sanitario que incluye frecuentes hospitalizaciones, así como muchas visitas a domicilio del médico. Si se quiere prestar una atención adecuada es preciso hacer inversiones en equipamientos y formar personal para tareas específicas en centros de día, geriátricos, centros de salud y hospitales. El tiempo corre que vuela y la experiencia reciente nos dice que, por fas o por nefas, la construcción de cualquier equipamiento se prolonga por una década.
La otra reflexión tiene que ver con la población activa. Si vamos a tener a tanta gente longeva, debemos ser suficientemente productivos para poder financiar un gasto social tan elevado. Hay que romper con la mentalidad de la subvención que se ha instalado en la región y ser más productivos, porque ya existe un gasto social que obligatoriamente tendremos que cubrir.