l incendio en el crisol del horno alto ‘A’ de la factoría gijonesa de Arcelor ha obligado a parar la producción. En los hornos altos se produce arrabio, que es un estado intermedio dentro de la producción de acero o la fundición de hierro, a partir del mineral de hierro y el carbón mineral. Las acerías se alimentan del arrabio, de modo que todos los productos siderúrgicos de las plantas asturianas necesitan del funcionamiento de los hornos altos. El horno alto ‘A’ estuvo parado durante cinco meses y la empresa lo arrancó el pasado mes de febrero, mandando una señal de optimismo a los trabajadores de las plantas, a los proveedores y clientes de la empresa, así como a todo el sector industrial asturiano que tiene en Arcelor su principal fuerza tractora. Siempre que arranca un horno hay alegría en la región.
El accidente se produce unas semanas después de que Bruselas diera luz verde a la reconversión de la planta gijonesa, que va a abandonar su tradicional forma de producción para pasar a fabricar acero verde. La descarbonización no se hará de golpe; está prevista una fase en la que seguirá con actividad el horno alto ‘B’. El plan inicial era contar con el horno alto ‘A’ hasta 2024, pero no se descartaba mantenerlo en funcionamiento hasta 2026. Para apagarlo debería antes acometerse la reforma de la acería de Gijón para instalar un horno de arco eléctrico, que se alimenta de chatarra, y construir una planta de reducción directa del mineral de hierro. Esa planta que produce DRI alimentará las acerías de Gijón y de Sestao (Vizcaya). Estos cambios suponen una transformación profunda, un cambio de naturaleza, de la planta gijonesa, mientras el horno alto ‘B’ producirá arrabio para la acería de Avilés. Si todas estas transformaciones son complejas y caras, la cosa se complica más cuando se trata de ofrecer acero verde al mercado, lo que supone prescindir de la energía eléctrica convencional y generarla a partir de fuentes renovables y electrolizadores, lo que encarece fuertemente toda la producción de acero. Si la construcción de las infraestructuras tuviera como horizonte el año 2030 sería plausible, pero lograr hacer gran parte de las transformaciones en dos años no deja de ser un reto.
La cuestión se complica con el incendio de ayer por la tarde. ¿Es posible, y rentable, reparar el horno alto tras el daño producido por las llamas? ¿Es mejor traer productos semielaborados desde otras factorías? Lo que está claro es que la reconversión siderúrgica carece de alternativa.