El Consejo de Ministros ha nombrado a María Luisa Carcedo consejera permanente del Consejo de Estado. Para poder nombrarla, la dirigente asturiana tuvo que renunciar a su escaño en el Congreso de los Diputados. Como es conocido por todos, el Consejo de Estado es el máximo órgano consultivo del Estado, recurriendo el Gobierno a sus dictámenes cuando tramita un proyecto de ley o va a presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional. En el órgano menudean los expolíticos, siendo un privilegio de los expresidentes de Gobierno ser miembros permanentes del Consejo, aunque no todos tomaron posesión y los que sí lo hicieron estuvieron poco tiempo porque prefirieron formar parte de los consejos de administración de empresas privadas: menos áurea, pero más retribución. El prestigio del Consejo de Estado se basa en los letrados del Consejo, un grupo reducido de juristas de élite que hace los dictámenes. Forman un cuerpo muy especial que teletrabaja; la mayoría de los letrados compagina la actividad pública con la privada. Nadie tiene ese estatus en la función pública española. Quizás sea una cuestión de antigüedad: el actual Consejo tuvo su primer precedente hace 500 años.
Con la entrada en el Consejo de Estado, María Luisa Carcedo se despide de la política, después de haber ocupado todo tipo de cargos desde que fuera directora de ambulatorios en el Área Sanitaria del Valle del Nalón, en el primer Gobierno de Pedro de Silva. Tuvo escaño en la Junta General del Principado, en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Fue consejera en los gobiernos de Juan Luis Rodríguez-Vigil y Antonio Trevín, y ministra en el primer Gobierno de Pedro Sánchez. Este último cargo despertó envidias entre algunos dirigentes asturianos que siempre soñaron con ser ministros, pero no encontraron un presidente que los nombrara.
Por encima de cualquier otra consideración política, María Luisa Carcedo fue sobre todo una persona de partido. Su largo y fecundo periplo por la política asturiana lo hizo encuadrada en la corriente del SOMA dentro del socialismo asturiano. Alta representante del sector oficialista de la FSA, supo ganar congreso tras congreso a los renovadores. En 2014, al llegar Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE, se convirtió en ‘sanchista’, como Adriana Lastra. Esa fue la razón de la ruptura con Javier Fernández: de la máxima colaboración al total distanciamiento. Como en el Consejo de Estado le sobrará el tiempo, sería bueno que escribiera las memorias.