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Juan Neira

LARGO DE CAFE

PRESIDENTE Y ARZOBISPO

La celebración del Día de Asturias tiene dos actos principales, la misa en la Basílica de Covadonga, oficiada por el arzobispo de la diócesis de Oviedo, y la entrega de las Medallas de Asturias, presidida por el presidente del Principado, en el auditorio Príncipe Felipe de la capital. Lo más sobresaliente de las celebraciones está, habitualmente, en la homilía de Sanz Montes y en el discurso de Adrián Barbón. Fueron dos disertaciones muy distintas, entrando el arzobispo en los temas espinosos de la actualidad, mientras el presidente hizo una intervención optimista, en la que abordó asuntos ya habituales en sus discursos, como la entrada en la década del cambio, con la energía e industria verdes, o la llamada a desterrar sentimientos de inferioridad sobre la historia, cultura e identidad de Asturias.

En la plática de Sanz Montes tuvieron un hueco las dos cuestiones más controvertidas de este verano: la polarización política, con las hipotéticas concesiones del Gobierno a los partidos nacionalistas para conseguir la investidura de Pedro Sánchez -advirtiendo el prelado de que pudiera quedar malherido al Estado de Derecho, convirtiendo a España en una república bananera- y el affaire organizado en torno al ósculo dado por el presidente de la Federación Española de Fútbol a la jugadora Jenni Hermoso. Cada uno es libre de hacer su interpretación; a mí me parecieron de mucho más calado político las palabras del prelado que las del presidente, porque entró en el tema candente de la negociación entre los socialistas y los independentistas. Debo aclarar que la prédica del arzobispo se atuvo al estilo eclesiástico de referirse a los problemas por alusiones. No nombró a nadie ni hizo referencias explícitas a instituciones, pero no hace falta estar versado en la hermenéutica para extraer el significado de sus palabras. Rápidamente cosechó críticas de la izquierda. Estamos ante un tema muy viejo, que viene ya de las misas en la época de Franco, cuando se criticaban las homilías politizadas. La solución es muy fácil. Los políticos no pueden modificar los sermones del arzobispo, pero tampoco están obligados a asistir a una ceremonia religiosa. Y viceversa: el arzobispo no puede mover una coma de los discursos del presidente, ni está forzado a ir a los actos del Principado.

Al referirme a los asuntos tratados por Barbón, me olvidé de decir que pronunció la frase feliz del día: «A Asturias el consenso le sienta bien». Hoy es un deseo, pero mañana puede ser realidad.

 

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por JUAN NEIRA

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