Primera comparecencia parlamentaria de Guillermo Peláez, consejero de Hacienda. Es el miembro más joven del Ejecutivo y el único que no entraba en las quinielas sobre posibles consejeros. De la intervención y posterior debate con la oposición se pueden sacar algunas conclusiones. Pese a su perfil de inspector de Hacienda del Estado, que podría empujarle hacia una visión más técnica del cargo, el nuevo consejero realizó un discurso con una fuerte carga ideológica, que supuso un corte con la trayectoria de sus antecesores (Cárcaba, Carcedo, Del Riego, etc.). En su exposición mostró una máxima ambición sobre los objetivos a alcanzar: al hablar de las contrataciones se atrevió a desempolvar la vieja idea de la central de compras que actuaría como ventanilla única. El riesgo de poner el listón muy alto se hace visible cuando el mandato está avanzado y las realizaciones se quedan por debajo de las promesas. En Asturias, el saber popular tiene una figura arquetípica para los que recurren al aumentativo en todo: grandones. No hace falta decir que si cumple lo que dijo en el Parlamento habrá puesto sólidos cimientos a su carrera política.

Quizás lo que más me llamó la atención de su discurso es que asumió explícitamente toda la praxis fiscal del Gobierno asturiano en el anterior mandato. Nadie le obligaba a ello. Hay muchas maneras de hablar en positivo sin necesidad de entrar a defender las decisiones más polémicas, que ocurrían muy lejos de dónde vivía y trabajaba. Guillermo Peláez reivindicó la más controvertida de las medidas tomadas por el Gobierno socialista en los pasados cuatro años: rechazar la deflactación del IRPF, señalando que prefería «la vía fiscal asturiana». El consejero explicó que con la deflactación el Principado perdería entre 30 y 50 millones de euros, lo que «atentaba contra la progresividad de los impuestos, dado que el ahorro era para las rentas más altas, mientras que nosotros queremos concentrar el ahorro en las rentas más bajas y lograr con ello objetivos de política general que ayuden para el reto demográfico y a fijar población en Asturias». La cita es tan larga como elocuente. Al negarse a deflactar, el Principado tuvo ingresos extraordinarios y las clases medias (no sólo los ricos) resultaron penalizadas de la misma manera que si se hubieran subido los impuestos directamente. Conclusión: el consejero demostró arrojo para la batalla parlamentaria. La oposición debe saber que no retrocede ante un enjambre de velutinas.