Siempre que se habla de proyecciones demográficas en España aparece el ibaby boom’, el fuerte incremento de la natalidad habido entre finales de los años cincuenta del pasado siglo y mediados de los setenta. Como pasa tantas veces en cuestiones de demografía, el periodo alcista correspondió con la etapa de mayor crecimiento de la economía española en el siglo XX. El ‘baby boom’ asturiano está formado por 328.810 asturianos que van a pasar la frontera de los 65 años y dispararán las demandas de los servicios sanitarios y sociales. En el año 2035, un tercio de los asturianos se habrán instalado en la tercera edad (más de 65 años) y no solo crearán un problema para el pago de las pensiones, sino para los hospitales, centros de salud, geriátricos y centros de día que tendrán fuertes dificultades para satisfacer tantas necesidades.
Un simple dato sanitario revela el cambio que se va a producir. Asturias está a la cabeza del gasto farmacéutico per cápita (250 euros en el año 2019), correspondiendo el 73% de ese gasto a recetas de pensionistas. En 2019 había 263.000 asturianos de más de 65 años, así que, en 2035, convertidas las cohortes de edad más nutridas en población jubilada, el gasto farmacéutico de la tercera edad estará muy por encima del 80%. El campo de la asistencia social está menos estructurado, con déficit de todo tipo, producto, en parte, de la implantación de la Ley de Dependencia sin haber asumido el Estado la financiación de unas prestaciones novedosas. En alguna ocasión se ha publicado que se necesitan 12.000 profesionales más para dentro de doce años en el sector de los cuidados. Pasa el tiempo y ni los responsables públicos ni la sociedad son conscientes de que el desfase entre demanda y oferta producirá mucho sufrimiento en el sector de la población que está más desvalido.
No cabe ninguna duda de que hay que tomar decisiones presupuestarias y formativas, pero, previamente, hay que tener un plan. La demanda de cuidados se multiplica en función de la edad y el aislamiento de las personas. La edad es una variable inmodificable, pero el aislamiento, no. Otra reflexión, la tercera edad es una denominación sociológica que engloba situaciones muy distintas. Hay un porcentaje alto de personas jubiladas que pueden hacer tareas para la sociedad, en muchos casos relacionadas con la que fue su actividad laboral, y al hacerlas aplazan su deterioro físico y mental. Al Principado le toca trazar un plan, que no debe ser fruto exclusivo de los burócratas.