Con la huida de Diego Canga se acaba una etapa en el PP asturiano que se había iniciado con su llegada. El aeropuerto de Asturias abre y cierra un periodo marcado por la personalidad del funcionario europeo, que vino con el encargo de liderar la candidatura autonómica a las elecciones del 28 de mayo, aunque sus competencias, nunca bien delimitadas, le permitían tomar decisiones en cuestiones propias del partido, como la composición de las listas electorales. Quiero decir que la corta etapa (once meses) tuvo unas características un tanto extraordinarias, derivadas de una organización que se mueve en un sistema excepcional como lo prueban los seis años de andadura sin celebrar congresos. Canga tuvo un amplio margen de decisión, al igual que ocurrió con Teresa Mallada, elegidos ambos por el dedo del presidente del partido, en un caso, Núñez Feijóo, y en el otro, Pablo Casado. La jerarquía como fuente de legitimidad.

La unanimidad del grupo parlamentario para elegir de portavoz a Álvaro Queipo marca el inicio de un breve interregno que va desde la marcha de Canga hasta la celebración del congreso regional, en la segunda quincena de noviembre. A partir de ahí, tiene la ocasión el PP asturiano de normalizar su vida interna, con un nuevo liderazgo salido del voto de los delegados del congreso. Queipo, secretario general del partido (número dos), respaldado por el equipo de Feijóo, será, con toda seguridad, candidato a la Presidencia del PP. Desde los tiempos de Fraga, en el PP (entonces AP), siempre fueron proclives a los congresos con candidato único. Si hace un año se volvió a aplazar el congreso asturiano fue porque había muchas probabilidades de que se presentara más de un candidato. En el presente, sin haber un sector crítico consolidado, sí hay cuadros del partido dispuestos a formar una candidatura alternativa en el caso de que Queipo lidere la lista oficial. Aceptan integrarse en esa lista, siempre y cuando no la encabece Queipo. Traducido: no tienen candidato, pero sí saben quién no quieren que sea.

Esta situación se ha dado en todos los partidos y la mejor solución es ir al congreso con dos listas. Y el que gane tendrá la legitimidad de la que carecieron Mallada y Canga. Es muy tentador negociar un congreso de unidad (de falsa unidad), pero en el caso asturiano, tras años de ordeno y mando, sería muy saludable competir y votar. Sería bueno que Queipo fuera de esta opinión, porque si triunfara, tendría más credibilidad ante el resto de partidos y la opinión pública.