Adrián Pumares interpeló al consejero de Hacienda sobre las modificaciones fiscales de Foro. Utilizó, acertadamente, su turno parlamentario para dar a conocer las propuestas que presentará en la negociación presupuestaria. Tras asumir que no hay una mayoría en la Cámara para hacer una reforma tributaria que termine con la condición de ‘isla fiscal’ que tiene Asturias, pasó a proponer deducciones fiscales en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y en el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados. El consejero, Guillermo Peláez, le contestó aceptando unas y rechazando otras, utilizando como argumento los dogmas de la izquierda sobre cuestiones tributarias, como ya ha hecho en anteriores ocasiones. Vamos con los ejemplos.
Pumares quería que se puedan deducir en el IRPF los gastos realizados en la práctica deportiva; la propuesta no es del agrado de Peláez «porque supone financiar actividades privadas que no todo el mundo se puede permitir». A mí tampoco me parece que se deban deducir esos gastos que son producto de actividades lúdicas, pero no se me ocurriría sacar a relucir el trasvase de dinero de lo público a lo privado, porque los presupuestos del Estado y del Principado están llenos de deducciones a entidades privadas. Lo mismo argumentó el consejero sobre una actividad muy diferente, como es la sanitaria. Pumares pretendía que los gastos médicos sean deducibles en la declaración de renta, pero volvió el consejero con el rodillo de lo público y tumbó la iniciativa: «Sería detraer recursos del sistema público para dirigirlos a la sanidad privada». Aquí el argumento es mucho más endeble, porque el Gobierno debe velar por la salud de los asturianos, con independencia de la naturaleza jurídica del sitio donde se curan. Con las enormes listas de espera que tenemos, dar la espalda al sector privado es una irresponsabilidad grave. Ahora bien, no creo que la solución sea dar luz verde a deducciones fiscales de los particulares, sino cofinanciar parte de la actividad que se hace en las clínicas privadas, ya que el Principado está atendiendo con un retraso propio de juzgado de guardia. Vayamos al fondo del asunto.
Las deducciones fiscales constituyen el cáncer del sistema tributario español, aunque decir esto al Principado es como mostrar ajo a los vampiros. Pagamos unos impuestos muy altos, pero el Estado recauda poco, porque por el medio quedan exoneradas entidades influyentes y muchos particulares. El Impuesto de Sociedades (tercer gran impuesto del Estado) lo descafeinó la antigua CiU de Jordi Pujol, llenándolo de deducciones para proteger a los ‘botiguer’ (tenderos). El IVA es un impuesto discriminatorio, aunque debería ser tan transparente como universal. La cosa está así: el Parlamento decide las cargas y los privilegios.