Felipe González tuvo algo más que diferencias puntuales con el presidente Zapatero. Recuerdo una entrevista en televisión en que le preguntaron por la gestión de ZP y González despachó la cuestión con desparpajo: «es un tipo con suerte». No obstante, pese a la profunda disparidad de criterios, nunca explicitó sus diferencias hasta el punto de hacer una enmienda a la actuación política del dirigente leonés. Con Pedro Sánchez la situación es distinta. Desde el primer momento no hubo sintonía. En las primarias de 2014, cuando los españoles oímos hablar por primera vez de Pedro Sánchez, González apoyó a Eduardo Madina, su rival. Una vez que llegó a la Moncloa el joven diputado madrileño, las diferencias aumentaron. Hubo un intento de reconciliación en el congreso de Valencia (2021), pero las alianzas de la pasada legislatura y la elevación de Bildu y ERC a la categoría de socio estratégico los distanció definitivamente.
Las secretas negociaciones con los independentistas catalanes para allanar el camino a la investidura han hecho que González aumente sus comparecencias públicas poniendo en el punto de mira la medida más polémica de la negociación: la amnistía para los delincuentes políticos catalanes. En la clausura de las jornadas del Círculo Montevideo, celebradas en Avilés, el líder histórico de los socialistas españoles dejó dos comentarios críticos. Uno sobre el método de actuación de Sánchez y el otro sobre el sentido de la amnistía, tal como está planteada en la negociación. «No vale decir antes de votar que no a la autodeterminación y la amnistía, y tras contar los votos, decir que sí». Los famosos y reiterados cambios de opinión de Sánchez siempre están relacionados con sus intereses políticos. Vamos con el segundo comentario: no a la amnistía, porque con una medida como ésta «sería el Estado el que pide perdón, no el que perdona». En efecto, la amnistía se plantea como una exigencia de Puigdemont y compañía ante un Estado que, supuestamente, aplastó los derechos legítimos de los cabecillas de la revuelta. El discurso de la amnistía, como medida necesaria para pacificar la política catalana, es una engañifa. La amnistía se concede, solo, porque es un paso obligado para lograr la investidura.
Por su parte, Adrián Barbón no entra a juzgar la amnistía al carecer de información sobre la negociación, pero sí asegura, con firmeza, que si la dirección federal del PSOE la aprueba es «porque es plenamente constitucional». El socialismo de ayer y el de hoy.