La ceremonia funeraria de Franciscus no admite comparación con la de cualquier otro personaje público. Lo mismo sucedió con las pompas fúnebres de sus antecesores en la silla de Pedro. Al ver en la Plaza de San Pedro a tanto jefe de Estado y de Gobierno, enlutados de pies a cabeza, se palpa el poder del Papa. Por su presencia y por la de tantos ciudadanos que abarrotaron el lugar y ocuparon toda la Vía della Conciliazione.
Se dice que el poder del Papa es espiritual, pero la gente que viajó apresuradamente hasta Roma, empezando por los VIP, no son todos católicos, ni siquiera cristianos. A lo mejor asistieron ayer a la única misa del año. Quedémonos con que el Papa tiene liderazgo, a partir de ahí todo son contradicciones.
Desde el pasado lunes, Roma volvió a recuperar la centralidad de la época imperial (todos los caminos conducen a Roma). Se habla del Papa elogiosamente, pero no son las conversaciones de antaño, cuando murieron Pío XII o Pablo VI. No se remarca que haya sido devoto de tal santo o que rezaba a todas horas y atesoraba una bondad infinita. Se habla de Franciscus en clave política. Y se especula sobre su sucesor en la misma clave.
Izquierda
Franciscus era de izquierdas, nadie lo duda. Basta ver la despedida tan sentida que le dieron Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Irene Montero o Ione Belarra. Como si fuera su director espiritual. Estoy seguro de que en una encuesta en España saldría considerado como un representante más genuino de la izquierda que el presidente y los ministros. El relato televisivo también lo sitúa en la izquierda, con ribetes de izquierda de siglo XXI: en cinco minutos la locutora dijo tres veces que apoyaba o ayudaba al colectivo LGTBI.
En estos días se habla del Papa de izquierdas, pero no se nombra abiertamente a cardenales de otro signo con marchamo de ‘papables’. Sólo temerosas alusiones a que «se vuelva a la situación anterior». Al empezar el cónclave aparecerán los nombres.
Quiero resaltar que, así como en la política mundana los representantes de la izquierda y la derecha gozan de prestigio o provocan rechazo por sus actuaciones, la dimensión política del Papa y de los candidatos a serlo se etiqueta por signos externos que denotan la carga ideológica. En el caso del fallecido destacaron la austeridad y humildad visibles en la cotidianidad (calzado, ropa, comedor y residencia, distintos a sus antecesores), así como la querencia por los pobres y migrantes y una nueva concepción geopolítica que incluía la Cuba de Castro, pero no la España democrática; tampoco Alemania.
Wojtyla
Cuando se teme a una vuelta a «la situación anterior», la referencia es Juan Pablo II. Benedicto XVI estuvo sólo siete años de pontífice. Juan Pablo I, solo un mes, y Pablo VI quedó bloqueado con la secularización masiva de curas, aunque dejó dos encíclicas: ‘Populorum Progressio’ y ‘Humanae Vitae’, muy debatidas en España. En la primera dejaba abierta la posibilidad de recurrir, en último extremo, a la violencia ante dictaduras férreas y en la segunda abordaba la problemática de «la píldora». Los anticonceptivos orales que en la España de los años setenta causaban más ilusión que el sildenafilo (Viagra) en el siglo XXI.
Llegamos al sitio que buscaba: Juan Pablo II, pontífice de derechas y Franciscus, de izquierdas. Vamos a ver si es cierto. Las diferencias externas son más o menos claras: Wojtyla (polaco, montañero, políglota) es anticomunista, aliado de Reagan, riñe a Ernesto Cardenal por participar en el Gobierno sandinista de Managua, no introduce cambios en doctrina, liturgia ni costumbres. Forma parte de la triada que cambió el mundo: Juan Pablo II es elegido pontífice en octubre de 1978, Margaret Thatcher llega a 10 de Downing Street en abril de 1979 y Ronald Regan entra en la Casa Blanca en febrero de 1980. Se acabó el keynesianismo, la URSS se desmoronó.
Los rasgos de Franciscus ya quedaron expuestos. Ambos compartieron una habilidad: fueron los dos primeros Papas mediáticos de la historia. Sin hacer ruido, los dos participaron de la misma visión económica del mundo: en la ruralidad está lo auténtico, el gusto por la economía autárquica, la aversión al consumismo. En definitiva, ambos rechazaron el capitalismo. En su encíclica ‘Centesimus annus’, Wojtyla escribió: «el capitalismo es tan ateo y materialista como el marxismo». Añadió: «la propiedad es inmoral, si no da crecimiento humano para todos» ¿No parecen frases y reflexiones entresacadas de textos de Franciscus? Wojtyla, cuando tiene que decir algo bueno del capitalismo, no lo nombra, escribe «economía de empresa».
Guerra
Una misma visión de la economía y también del mundo: ante la invasión de Irak, en marzo de 2003, Wojtyla reaccionó como Franciscus ante la invasión de Gaza. Se alió con Chirac (presidente de la República Francesa) y plantó cara al trío de Las Azores (Bush, Blair, Aznar). Poco después se destapó la ola de escándalos de pederastia en la Iglesia estadounidense (Chicago, Filadelfia, Baltimore, San Luis, Dallas).
¿Franciscus era de izquierdas? ¿Wojtyla era de derechas? Pese a las apariencias es difícil etiquetarlos. Digamos que ambos fueron conservadores ante el mundo moderno (el gran desafío del Concilio Vaticano II) y contestarios ante un sistema social organizado en torno a la economía de mercado. ¿Qué estela seguirá el sucesor de Franciscus? Como buen jesuita, oteó el horizonte y renovó el censo electoral.