Al día siguiente se constata mejor lo que supuso el apagón para tantas personas, como los pasajeros del tren de alta velocidad que quedó inmóvil en los túneles de la variante de Pajares. Horas y horas a oscuras, sin comunicación con el exterior, sin comida, sin conocer los planes que tenía Renfe para ellos, o las personas que quedaron encerradas largo tiempo en ascensores, a la expectativa de que alguien las rescatara. Qué decir del agobio en las estaciones con billetes en la mano que no sirven para nada. Desde el corte del suministro eléctrico hasta que Pedro Sánchez hizo su primera comparecencia pasaron seis horas. En una situación tan extraordinaria nadie salió a dar la cara hasta avanzada la tarde para ofrecer explicaciones y transmitir seguridad. Después quieren que no haya bulos y que los ciudadanos mantengan su confianza en el Gobierno.
Desde las primeras horas del apagón se repite, con frecuencia, que somos mucho más vulnerables, que es tanto como decir que nos sentimos mucho más inseguros. Nadie pensaba que pudiera suceder algo así, pero ya ha sucedido. En las últimas décadas la idea de que España es un país moderno reconforta a los ciudadanos. Pues bien, el apagón, tan largo en el tiempo y tan extenso sobre el mapa, es propio de países atrasados. Descartado el ataque informático por la propia Red Eléctrica Española, el apagón que deja sin electricidad a la nación es un trasunto de las caídas de tensión en las redes de Cuba o Venezuela. Para diferenciarse, el presidente del Gobierno se refiere a la emergencia como «crisis de electricidad», para evitar que el apagón traiga a la mente el Malecón de La Habana. Otra pérdida de imagen de España ante los socios europeos y la comunidad internacional.
En su tercera comparecencia, Sánchez siguió sin decir cuál fue la causa del corte del suministro eléctrico, pero ya dejó entrever qué tiene definido un argumentario para la batalla política: «Vamos a exigir responsabilidades a los operadores privados»; «las nucleares han sido más un problema que una solución». No le falta astucia. Las culpables del apagón son las empresas privadas; el modelo energético, volcado en la generación renovable, es mucho mejor que el anterior, basado en centrales nucleares y gas. Mal momento para defender el modelo energético y la gestión del mismo. El apagón muestra lo que ocurre por haber dejado en manos de una fundamentalista (Teresa Ribera) la creación de un modelo que retira o posterga los activos de generación más sólidos del sistema.