Se inicia la negociación para la aprobación de los presupuestos del Principado del próximo año. Lo habitual es una primera ronda con todos los grupos parlamentarios de la que queda excluida Vox, pese ser el tercer grupo de la Cámara. La disculpa que utiliza Adrián Barbón para no reunirse con el partido de Abascal es que reniega del Estado Autonómico. El presidente del Principado no utiliza una vara de medir semejante con otros grupos, porque está dispuesto a negociar con partidos o diputados que no asumen la Monarquía ni la propia Constitución. El veto a Vox procede de Pedro Sánchez y los socialistas asturianos se limitan a seguir las pautas que marca el líder del partido. Esa es la realidad, sin necesidad de esgrimir pretextos. La negociación que ahora se inicia no será tensa ni el Gobierno de coalición (PSOE e IU-Convocatoria por Asturies) tiene motivos para la preocupación porque se da por descontado que el proyecto de presupuestos será aprobado.
Estamos en las mismas circunstancias que el año pasado, con un Gobierno que sólo necesita el voto de un diputado de la oposición para aprobar las cuentas regionales. El PP, antes y ahora, está descartado por los fundamentos en que se basa el ‘statu quo’ político asturiano. Salvo en dos breves paréntesis, el PSOE gobernó durante toda la etapa autonómica en nuestra región. Lo hizo con el argumento de la homologación ideológica: gobernar con los afines (Partido Comunista, Izquierda Unida) o formar una mayoría parlamentaria con ellos, frente a los que están en la otra orilla (PP). Para no inducir al equívoco diré que el ‘statu quo’ asturiano no está basado en la polarización ni en la imposibilidad de llegara a acuerdos entre izquierda y derecha, aunque en la actualidad la dinámica nacional de enfrentamiento de bloques contamina la política asturiana.
El aspecto diferencial asturiano está en el alineamiento ideológico, algo que estuvo muy reforzado en las primeras décadas de la etapa autonómica por el peso de los sindicatos de clase, que tenían una gran influencia en el seno de las direcciones de los partidos. El modelo político de Sánchez es otro: le vale igual un partido racista, como Junts, nostálgicos de la dinamita, como Bildu, que IU, Sumar o Podemos.
Los presupuestos el pasado año se aprobaron con el apoyo de los dos escaños del grupo mixto (Pumares, Tomé). Son diputados que están en una extrema debilidad política, porque vienen de partidos a la baja (Foro, Podemos), sin rumbo. En el caso de Tomé, no tiene ni unas siglas detrás.