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Juan Neira

LARGO DE CAFE

VIENTOS DE CAMBIO

El rumbo de la política se ve en la distancia como algo rutinario que año tras año, legislatura tras legislatura, se repite. La política institucional gira como una noria que en todos los ejercicios de cada mandato evoca las mismas reflexiones y da pie a los mismos titulares.

Sin embargo, la inercia de la política es compatible con grandes cambios, que en muchas ocasiones tardan en percibirse, o llegan en forma de sorpresa, aunque lleven tiempo gestándose. En Gaza, de repente, ha estallado la paz, por decirlo al modo de Gironella. No estaba previsto cuando la flotilla empezó su singladura.

Pero la novedad no está tanto en el alto el fuego, cuanto en la forma de llegar a él. Trump incorpora un nuevo método para negociar: partir desde una posición de máximos y amenazar con el desastre si no se claudica. Cuando todo está claro, afloja la presión y habla de consenso. Este método va a tener imitadores.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, también incorporó una novedad al combatir la inseguridad del país con detenciones masivas, desarticulando las pandillas que aterrorizaban el país y encarcelando a cualquier joven que la policía juzgue de sospechoso.

Así ganó por mayoría abrumadora las elecciones de 2024, iniciando un segundo mandato. El modelo ya lo copian en Ecuador y Honduras, con cárceles de máxima seguridad.

Trump o Bukele son disruptivos. Emiten señales de por donde irá la política en el futuro, como heraldos de un tiempo que está por llegar.

Mudar
En España también se aprecian vientos de cambio. La sociedad ha empezado a mudar de opinión. Son misteriosas las razones por las que decenas de millones de ciudadanos deciden en un momento dado cambiar de criterio. Abro un paréntesis: un año antes de desintegrarse la URSS, ningún analista había predicho el derrumbe; el malestar del pueblo venía de tiempos pretéritos, pero por razones imprevistas implosionó a finales de 1991.

Vuelvo con España. Los veintiséis meses de la actual legislatura han sido muy accidentados. Puestos a elegir el acontecimiento que más haya impactado a los ciudadanos me quedo con la Ley de Amnistía, redactada por los mismos que se beneficiaron de ella y renegada por los propios excarcelados («ho tornarem a fer»). Pues bien, tras meses de debates, cruce de acusaciones y asombro popular, las encuestas arrojaban datos parecidos a los resultados de los últimos comicios (23 de julio de 2023). Crecía el PP y el PSOE se estancaba, pero eran oscilaciones moderadas.

Sin embargo, en los últimos meses la mudanza en la intención de voto se incrementa. Las expectativas económicas a corto plazo son positivas, hay más gente empleada que nunca. El gran consumo (alimentos, bebidas, higiene, limpieza, etc.) aumenta un 3,5%. España avanza con nuestro modelo bimotor (turismo, pensiones).

Más allá del desmadre de la clase política, con una legislatura bloqueada, que el personal ya ha asumido, la única novedad cualitativa ha sido el abandono (o pasividad) del Estado ante las grandes catástrofes (Dana, incendios) que dio paso al famoso, «el pueblo salva al pueblo». No veo ningún otro motivo para modificaciones radicales del electorado.

Mayorías
Sin embargo, la situación en las encuestas (exceptuando las bromas de Félix Tezanos) es esta: la derecha (PP, Vox) tiene mayoría absoluta en los sondeos; más holgada que hace un año. Dentro de los bloques, en el de la izquierda el PSOE crece arrebatando escaños a las formaciones que están a su siniestra (Sumar, Podemos, etc.). En la derecha, Vox aumenta, quitándole votos y escaños al PP.

Hay una diferencia sustancial en el movimiento interno de los bloques: el electorado de izquierda opta por el voto útil, mientras que en la derecha se reabre la disputa por el liderazgo. Los dos fenómenos están conectados. La izquierda apuesta por el voto útil por miedo al crecimiento de Vox.

Desde las elecciones generales de abril de 2019, el principal (único) argumento electoral de Pedro Sánchez es el miedo a Vox. Lleva siete años gobernando con la amenaza de que llega la ultraderecha. En Moncloa tienen más esperanzas en el resultado que deje la pugna de las derechas que en la captación directa de voto por las candidaturas socialistas.

Vox
En la actualidad, la diferencia en la intención de voto entre PP y Vox es importante, pero en 21 meses puede pasar cualquier cosa. Ejemplo: en marzo de 2018, Hermanos de Italia (Meloni) obtuvo el 4,3% de los sufragios; dos años más tarde, septiembre de 2022, ganó las elecciones con el 26% de los votos y Meloni gobierna desde entonces.

Vox crece a partir de los jóvenes. En algunos sondeos le dan el liderazgo entre los menores de 34 años. En otros, llegan a asegurar que el partido de Abascal sería ahora el más votado entre los que están por debajo de los 45 años. Feijóo se ha apresurado a corregir su discurso: ya no hay sitio para las ambigüedades. No es preciso añadir que el fenómeno de la polarización se va a reforzar.

El PP tiene argumentos para volver a ser el partido más votado, pero si Vox recorta sensiblemente la distancia entre ambos, la gobernabilidad se tornará problemática.

Tras diez años de inestabilidad parlamentaria y crisis política, larvada o manifiesta, ya sabemos que todo lo que no refuerce el bipartidismo es malo para las instituciones y la convivencia. Con todas las formaciones nacionalistas en clave inmoderada, es preciso apuntalar las vigas del Estado.

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por JUAN NEIRA

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