Conocemos más datos de la reorganización interna del PP que va a presentar Ovidio Sánchez al congreso regional de su partido. Se mantendrá la figura del presidente, faltaría más, y también las dos vicepresidencias, aunque estas últimas no sirvieron para nada, más allá de reconocer la jerarquía interna que corresponde a Gabino de Lorenzo y Pilar Fernández Pardo, titulares de las mismas. De Lorenzo y Fernández Pardo actuaron como jefes de las poderosas organizaciones de Oviedo y de Gijón, pero nunca ejercieron como dirigentes regionales, aunque en las últimas elecciones los hayamos visto encaramados entre los primeros puestos de la lista. Sin embargo, la figura del adjunto a las vicepresidencias se suprime, quizás porque ese puesto lo ocupaba Juan Morales, cuya figura resulta completamente prescindible para el equipo de Ovidio Sánchez. El PP tendrá secretario general, como lo tienen todos los partidos, pero el adjunto al secretario general queda fuera del organigrama. Nuevamente hay que mirar la personalidad del titular de esa adjuntía a la secretaría general para entender la supresión del puesto: Luis Peláez, uno de los dos diputados que se dedicó a visitar las organizaciones municipales recabando apoyos para la candidatura de Alicia Castro. Como novedad se crea la figura del secretario de organización, una plaza hecha a la medida de Iglesias Caunedo, para compensar que el nuevo secretario general sea Fernando Goñi. Para terminar, se crean tres vicesecretarías, una para cada circunscripción electoral (oriente, centro y occidente). ¿Qué decir de todo ello?
El organigrama es tan válido o inútil como todos los tinglados organizativos: depende de las personas que ocupen los cargos, empezando por el líder del partido. Por si mismo no resuelve ni añade ningún problema, salvo lo eficaz que resulta para borrar del mapa cargos que resultan una carga, como Juan Morales o Luis Peláez, y hasta el mismísimo René que quedará sin despacho.
Lo único urgente que tiene que resolver el PP asturiano no se lo brinda ningún esquema organizativo ni el concurso de atractivos rostros o personalidades. Es una cuestión de rumbo, de ideas que sintonicen con su electorado, sin conformarse con derrotas dulces.