Parece que hay acuerdo entre los dirigentes de la FSA e IU sobre el método a seguir en la negociación para llegar a un gobierno de coalición. El diálogo se iniciará por las coincidencias, dejando las divergencias para el final. Los negociadores dicen que la ventaja de seguir este método estriba en que resulta muy difícil romper el proceso cuando hay consenso en muchas materias. Hace un año el método utilizado fue justo el contrario, al poner sobre la mesa los asuntos espinosos para comprobar si tenía sentido seguir con la negociación. El resultado de aquel proceso es bien conocido: se logró acordar un programa común, pero al llegar el momento del reparto de consejerías la negociación quedó rota.

Hago esta reflexión para poner de manifiesto que la clave de la negociación no reside en hablar de cosas amables, al principio, para luego tocar los temas conflictivos. Ni en seguir la secuencia inversa. El problema no está en el famoso programa de gobierno, como tampoco lo estuvo al principio de la legislatura. La cuestión estriba en pactar la composición del gobierno y en afinar en torno a algunos asuntos que tienen que quedar deliberadamente ambiguos porque los dos partidos tienen visiones opuestas. Es muy difícil encontrar un gobierno de coalición sin contradicciones.

El catalizador del acuerdo es el fracaso de la anterior negociación. PSOE e IU han aprendido que debe haber una negociación discreta para evitar declaraciones estridentes que hagan descarrilar el proceso. La crisis es una excelente disculpa para orillar viejos debates y presentar el gobierno de coalición como una urgencia. Sin crisis económica el acuerdo también sería oportuno, porque de la situación actual no obtiene beneficio ninguno de los dos partidos. Si el debate político asturiano fuera más civilizado se vería normal que en un Parlamento de tres grupos, sin mayorías absolutas, se formaran gobiernos de coalición. Ocurre en todos los países y nadie recibe certificados de traidor, ni nadie saca provecho electoral por estar en la oposición voluntariamente. Entre nosotros las cosas son más complicadas y hay que guardar las apariencias ante las respectivas clientelas. Por eso ahora se dice que se va a empezar a hablar, cuando ya está todo bastante cocinado.