La dirección de la Federación Socialista Asturiana ha respondido con escepticismo a la propuesta de pacto presupuestario de Ovidio Sánchez, dada la capacidad para mantener acuerdos del grupo parlamentario del PP puesta de manifiesto en la reforma del Estatuto de Autonomía. Con sentido pragmático, la dirección socialista se acoge a la declaración de Ovidio Sánchez, de pactar «sin condiciones» y espera que en el trámite parlamentario no presente el PP ninguna enmienda a la totalidad y pueda abrirse una negociación sobre propuestas concretas.
Lo más probable es que cuando empiece el debate parlamentario sobre los presupuestos ya hayan llegado a algún tipo de acuerdo el PSOE e IU sobre la gobernabilidad de la región, que implicaría como mínimo el apoyo de la coalición a los presupuestos. De no ser así, cabría abrir la vía de la negociación entre los dos grandes partidos (PSOE y PP), pero no sería fácil llegar a buen puerto porque el entendimiento presupuestario entre ambos no se produce en ninguna comunidad autónoma. La cuestión de los acuerdos presupuestarios se inscribe dentro de la estrategia nacional de los partidos; no sería muy coherente que Rajoy presione a UPN para que vote en contra de las cuentas de Zapatero y se encoja de hombros ante el apoyo de Sánchez al proyecto socialista asturiano. Políticamente es muy distinto aprobar créditos extraordinarios, a dar el visto bueno a la totalidad de las cuentas regionales. En el primer caso se trata de beneficiar a colectivos y municipios concretos, mientras que la aprobación de las cuentas supone un respaldo político al Gobierno regional.
Todas estas consideraciones son secundarias, porque lo más sobresaliente es la desconfianza que tienen los socialistas ante el equipo de Sánchez. Abandonar la ponencia del Estatuto cuando ya estaba prácticamente cerrado el acuerdo sobre la reforma es un gesto tan irresponsable como inexplicable. Si alguien en la dirección del PP se ocupa de cuestiones de estrategia debería persuadir a Ovidio Sánchez para que volviera a la ponencia. Para una vez que se plantea una reforma ajena a emociones identitarias e inscrita en la perspectiva de la descentralización del Estado, va Sánchez y se apea del intento. Las presiones de Gabino de Lorenzo se convierten en errores de Ovidio Sánchez.