El calendario oficial dice que esta semana tendrá lugar la negociación entre el PSOE e IU para formar gobierno. En la hoja de ruta oficial sólo constan, hasta el momento, contactos puntuales entre dirigentes e intercambio de documentos; ahora toca entrar de lleno en la negociación. Si nos atenemos a las explicaciones de los protagonistas, la gente de IU ha pasado un documento programático, para que lo evalúen los socialistas, y estos han remitido un balance presupuestario detallado a IU, para que conozcan los gastos de las consejerías, así como los planes que se desarrollarán a corto plazo. Un pie en el ideario y el otro en la gestión.
Para la negociación hay un formato oficial, y otra de carácter real, muy diferente. Ambos guiones sólo coincidirán al final, cuando se selle el pacto. Porque la entrada de IU en el gobierno no está en cuestión. Si una enseñanza ha dejado el frustrado intento de pacto es que el método de negociación no era el adecuado. Ahora las conversaciones tienen muy pocos protagonistas (¿dos y dos?) y el programa queda reducido a inventariar algunas medidas contra la crisis económica. Los antiguos condicionantes de IU para pactar quedan oportunamente relegados. Para los socialistas es muy distinto negociar con Jesús Iglesias, coordinador de IU, que hacerlo en la mesa con una alianza de tres partidos, cada uno con su estrategia y su necesidad de hacerse visible ante el electorado. Ligado a este asunto está la cuestión de la confidencialidad para que el debate no transcienda a los medios. En este punto los socialistas son muy claros: si los debates rebotan en la prensa se interrumpe el proceso.
Como este asunto lo trataremos más días, prefiero centrarme en un punto concreto: la falta de cultura de pacto que hay entre los partidos asturianos, cuando las fuerzas sociales llevan decenas de años llegando a acuerdos. Sólo en una clase política encorsetada por la ideología resulta complicado el acuerdo entre dos grupos de izquierda (moderada y radical). Votar en contra de cualquier iniciativa no tiene coste, pero mostrarse a favor resulta arriesgado. Las bases de los partidos políticos, imbuidas de esa cultura sectaria, practican el lenguaje de los adolescentes por SMS: «Sé auténtico, no cambies, sé tú mismo». De llorar.