EL DESEO DE LA INVESTIDURA
El debate sobre la investidura de Pedro Sánchez ha estado marcado por la negociación que se desarrolla, en paralelo, entre PSOE y Unidas Podemos. Al igual que ocurrió durante la campaña electoral, el candidato no se refirió al problema catalán en su discurso. Tampoco hizo precisiones sobre las conversaciones que mantienen los socialistas con los dirigentes podemistas, aunque ambas cosas, Cataluña y negociación, salieron a relucir en las réplicas de los portavoces de la oposición. Pedro Sánchez pidió, inútilmente, la abstención a los partidos de la derecha. Pablo Casado la rechazó por falta de garantías: tras la abstención,
el candidato gobernaría con quien quisiera. Sánchez llegó a decirle a Casado que «usted tiene la llave para echar a andar la legislatura». El debate con Albert Rivera fue más tenso; el líder de Ciudadanos habló todo el tiempo del «plan» espurio para mantenerse en el poder y de la «banda» (grupos radicales y nacionalistas) de la que pretende rodearse el candidato. La sintonía entre Sánchez y Rivera es nula.
El momento álgido del debate llegó cuando los negociadores ocuparon la tribuna. Pablo Iglesias reprochó a Sánchez que pidiera el apoyo a la derecha porque lo encontraba contradictorio con aprobar un programa de izquierdas. El presidente en funciones negó que ofreciera a Unidas Podemos un papel decorativo en el futuro Gobierno, e Iglesias aprovechó para desvelar que no quieren darles ninguna competencia en Justicia, Interior, Exteriores, Defensa, Hacienda, Economía, Igualdad, Transición Ecológica y Ciencia. Puso las cartas sobre la mesa. Tras escucharle, las caras del presidente y la vicepresidenta eran un poema.
En el turno de réplica, Sánchez lanzó una amenaza velada: «Si al final no hay acuerdo, piénsenselo antes de votar con la ultraderecha contra el candidato socialista». Iglesias recogió el guante: si no hay gobierno de coalición y se repiten las elecciones, Sánchez no será nunca presidente del Gobierno de España. Conclusión: pese a las intensas negociaciones, el acuerdo entre ambos grupos está, aún, muy lejano.
Santiago Abascal se estrenó en un debate parlamentario de altura. Sacó a relucir todos los fantasmas que rodean a Vox: terrorismo, independentismo, inmigración, feminismo, memoria histórica, comunismo, impuestos y frente popular. Sánchez le replicó con una intervención contra el PP y Ciudadanos. De un equívoco así se valió para tener la amplia victoria electoral.