Albert Rivera ha reformado la comisión ejecutiva de Ciudadanos dando entrada a las personalidades que se habían incorporado a las listas electorales. Gente como Ángel Garrido, ex presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, José Ramón Bauzá, ex presidente de Baleares, Joan Masquida, ex director general del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil, o Marcos de Quintos, ex vicepresidente de CocaCola, no solo tendrán responsabilidades institucionales, sino también orgánicas en la dirección del partido. La comisión ejecutiva crece hasta estar formada por cincuenta miembros. Un proceso de renovación en el que hay muchas altas y algunas bajas, estas últimas procedentes de los dirigentes que se opusieron al cordón sanitario alzado por Albert Rivera en torno al PSOE de Pedro Sánchez.
Desde la izquierda y la derecha se ha criticado la decisión de Rivera. Se apela al alma centrista de Ciudadanos para recriminar que cierre las puertas al principal grupo de la izquierda. Un partido bisagra debe estar dispuesto a girar hacia los dos lados y Rivera no quiere saber nada de la izquierda: ni PSOE ni Podemos. Visto desde un prisma estrictamente teórico la crítica es estimable, pero al hacer un análisis político de la España de 2019 las cosas cambian.
El hecho más novedoso de la política española en los últimos cuatro años es la voladura del centro. El centro, que siempre fue el espacio codiciado por PSOE y PP para ganar las elecciones, se ha quedado sin partidos y sin electores. Si el 28 de abril Ciudadanos hubiera defendido posturas centristas habría sufrido un descalabro en las urnas. Optó por oponerse desde la derecha al Gobierno de Pedro Sánchez y tuvo un aumento del 78% en escaños. De los cuatro grandes partidos nacionales fue el que más creció.
Los números demuestran que la operación fue un acierto. Otra cosa distinta es que la estrategia de Rivera haya perjudicado al PP que estaba acostumbrado a monopolizar la derecha y al PSOE que se encontró sin una alianza alternativa a la de Podemos. Creo que a Rivera hay que exigirle lo mismo que a Casado: altura de miras para permitir la investidura de Sánchez, con un programa pactado, y en el caso de que se fuera a unas elecciones anticipadas, decisión para repetir la experiencia de Navarra Suma en otras muchas provincias. Si Ciudadanos retorna en solitario hacia el centro acaba en el grupo mixto. Para recuperar el centro es preciso que, previamente, PSOE y PP vuelvan a la moderación.