En la información que aparece en estas páginas (‘La Batalla de la Sindicatura’) se aprecia la profunda división que hay en el Consejo de la Sindicatura de Cuentas, formado por los tres síndicos. Las diferencias entre el síndico mayor y sus dos colegas llevan a situaciones tan anómalas como que se encuentren sin liquidar los presupuestos de la Sindicatura correspondientes al ejercicio de 2007, pese a ser una obligación de este órgano, o que los programación anual de las auditorías de los ejercicios 2008 y 2009 no sea la propuesta por el síndico mayor, sino la avalada por los otros dos miembros de la institución. Una divergencia que alcanza hasta la misma composición de la relación de puestos de trabajo de la Sindicatura de Cuentas, al ser rechazada la propuesta del síndico mayor pese a estar contenida en el presupuesto y recogida en la norma.
El coordinador general de IU, Jesús Iglesias, declaraba esta semana que había que evitar un choque institucional entre la Junta General del Principado y la Sindicatura de Cuentas, pero dada la forma de operar en el Consejo de la Sindicatura hay que preocuparse por el choque interno dentro la propia institución fiscalizadora, sin necesidad de evitar daños por causas externas. Las decisiones importantes de la Sindicatura de Cuentas no pueden resolverse por un dos contra uno, como si se tratase de una votación parlamentaria.
La Sindicatura de Cuentas nació lastrada por el modelo de elección de los síndicos. Lo más sensato hubiera sido proponer a personas con dilatada experiencia en la materia, como estaba previsto en la norma, y que llevaran largo tiempo alejadas de la contienda política o que nunca hubieran participado en ella. Dos condiciones que no se cumplieron con todas las personas elegidas. Dejar de militar, repentinamente, en un partido no supone ningún signo de independencia, a no ser que creamos en la mística de portar un carné.
Politización
En varias sindicaturas o tribunales de cuentas de otras comunidades autónomas tampoco se ha seguido la pauta de practicar la sana despolitización y optar por un acusado perfil profesional o académico. Sin embargo, en esas sindicaturas se ha optado por el criterio explícito de la representatividad parlamentaria. Por ejemplo, estos días se discute en la Cámara de Vitoria que entre PSOE y PP tengan cinco síndicos, y que al PNV le correspondan dos. En Asturias se han puesto las claves de la desestabilización institucional, inoculando el virus de la política, pero sin seguir el criterio de la representatividad parlamentaria: cada grupo de la Cámara propuso al síndico que mejor le pareció, con el compromiso de votar todos a todos. Amigos para siempre.
Fijado el actual modelo de Sindicatura, la única manera de enderezar el rumbo hubiera consistido en que los síndicos actuasen con una gran moderación, que no pasa por dejar de señalar errores o carencias, sino por forzarse a actuar a través del consenso. Por tener un alto sentido institucional. No parece que se haya seguido ese camino cuando se da el espectáculo de tener sin liquidar las cuentas de la propia institución, mientras se fiscaliza, sin complejos, la liquidación de cuentas de otros entes públicos.
Que a la hora de sacar adelante el programa anual de fiscalizaciones cuente más el criterio de una persona propuesta por un grupo de cuatro diputados que el elegido por un grupo de veintiún diputados, es algo aberrante, si se tiene en cuenta que la Sindicatura de Cuentas es una institución que emana de la Junta General del Principado. En los consejos de las empresas públicas o de los organismos dependientes de la comunidad autónoma, el número de representantes se corresponde con la aritmética parlamentaria. La excepción a esa regla general es la Sindicatura de Cuentas.
La oposición
A partir de esos mimbres, la Sindicatura de Cuentas es vista por la oposición como una segunda cámara, desde la que puede resarcirse del dominio parlamentario que ejerce el Gobierno en la Junta General del Principado. Al igual que hubiera sido muy negativo que el Gobierno regional tuviera en sus manos la posibilidad de aplicar el ‘rodillo’ en la Sindicatura, también lo es el dibujo de la ‘pinza’ en la institución fiscalizadora.
Convendría añadir alguna reflexión de tipo práctico. Pese a lo que puedan pensar algunos ciudadanos, el espíritu de un órgano como la Sindicatura de Cuentas no consiste en trasladar el arquetipo de Robespierre a las instituciones, sino en ser una ayuda para que ayuntamientos, organismos autónomos, sociedades y empresas públicas puedan cumplir con sus obligaciones de una forma más eficaz.
Hasta que termine el mandato de los actuales síndicos -dentro de dos años- creo que va a ser muy difícil cambiar este estado de cosas. Vencido el plazo, le corresponderá a la Junta General del Principado realizar una profunda reflexión sobre los errores cometidos, para proceder a la elección de los nuevos representantes a partir de bases más racionales y sólidas.
La política asturiana está llena de atipicidades, de modelos extraños, sin equivalencia en otros territorios. Desde hace tiempo, pienso que innovar en Asturias es fundamentalmente rectificar. Es un misterio que una tierra en manos de una clase política que supera colectivamente los cincuenta años cometa las insensateces y diabluras de un grupo de adolescentes.