Aurelio Martín, miembro de IU en el Gobierno de coalición presidido por Álvarez Areces, considera que las disensiones habidas entre los dos partidos sobre las ayudas para la compra de coches no serán las últimas que se podrán de manifiesto dentro del Ejecutivo, porque cada grupo tiene un programa propio. Para no dañar la cohesión del Gobierno aboga por tratar las diferencias políticas entre las direcciones de PSOE e IU.

En nuestra comunidad autónoma no hay tradición de pactar alianzas de Gobierno, siendo la legislatura pasada cuando se formó el primer Ejecutivo de coalición. En el inicio de este mandato no fue posible el pacto, formándose un Ejecutivo monocolor que estaba en minoría en la Cámara, lo que llevó a prorrogar los presupuestos. Tras un año de difícil gobernabilidad se llegó a un acuerdo entre las direcciones del PSOE e IU para volver a formar otro Gobierno entre los dos grupos de izquierda.

Con estos precedentes no es extraño que surjan fricciones en el Principado, porque la experiencia de compartir el poder es muy escasa. IU está imbuida de la cultura de oposición y necesita quejarse o discrepar para no perder identidad dentro del Gobierno. Gran parte de sus bases prefieren que su partido esté en la oposición, para no sufrir contradicciones entre la ideología y la gestión del Gobierno. En el caso de los socialistas el problema proviene de su tendencia natural a actuar como si estuviesen en un Gobierno monocolor, de modo que la inclusión de consejeros de IU la viven como un mero trámite para gozar de respaldo mayoritario en la Cámara.

No existe un manual para solucionar las diferencias dentro de un gobierno de coalición. Lo más sensato es que el presidente esté un paso por delante de los consejeros y goce de una gran autonomía para fijar la posición del gabinete, en especial sobre asuntos que tienen que ver con consejerías gestionadas por su propio partido, como es el caso de las ayudas para la compra de coches. Me parece un error la propuesta de Aurelio Martín de remitir los problemas a los aparatos de los partidos, porque las disensiones de los gobiernos se deben solucionar en su seno o en el Parlamento. Las direcciones de los partidos deben negociar el pacto entre los grupos políticos, pero la dinámica de las instituciones autonómicas no puede ser encauzada desde fuera.