Francisco Camps ha comparecido ante el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana para declarar como imputado en el sumario del “caso Gürtel”. Francisco Camps ha seguido el modelo de las comparecencias judiciales de Ibarretxe, al llegar acompañado por sus tres vicepresidentes y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, mientras un grupo de incondicionales gritaba, “presidente, presidente, presidente”, a la puerta de los juzgados. La diferencia entre la puesta en escena de Ibarretxe y Camps estuvo en que los que discreparon del presidente vasco acabaron pateados, mientras que en Valencia no llegaron a las manos los dos bandos enfrentados.
El juez Baltasar Garzón fue el que incluyó a Francisco Camps en el sumario del “caso Gürtel”. El asunto es conocido por las incontables filtraciones del sumario: Camps habría adquirido varios trajes por valor de 12.783 euros, que fueron pagados por la empresa Orange Market. El regalo tendría como contrapartida varias adjudicaciones por un valor total de cuatro millones de euros a favor de la citada empresa que forma parte de la trama del “caso Gürtel”. Todo esto consta en el sumario, pero no quiere decir que tenga una apoyatura sólida. Que el tribunal no haya cambiado la calificación de imputado de Camps, tras conocer su declaración, no es un dato decisivo.
En estas líneas tratamos de analizar la actualidad desde una perspectiva puramente política. A ese respecto, el final de la peripecia judicial de Francisco Camps no es irrelevante. Ahora bien, hay algunos asuntos, aparentemente menores, que son decisivos para el futuro político del presidente valenciano. Ha saltado a las páginas de la prensa las repetidas llamadas telefónicas de Camps al sastre para probar ternos en sus desplazamientos oficiales a Madrid. Su preocupación por ciertos lazos, pinzas o aderezos de los trajes, así como por el chaleco blanco que tenía que lucir en el Vaticano, incapacitan a cualquier español mayor de edad para presidir una comunidad autónoma. Con todo el respeto para los alfayates, tener en la memoria del móvil el número del sastre es incompatible con el puesto de presidente. Con ese nivel de preocupaciones no se le puede dar tan alta ocupación. El futuro de Camps pasa por el testimonio del sastre, con independencia de quién pagó las facturas.